La jornada de ayer fue de ésas que no se olvidan, de las que dejan un sabor de boca diferente, de las que te invitan a reflexionar, a pensar, a ver el día a día con un prisma distinto, la jornada de ayer queda grabada en la retina y en el corazón.
Y ustedes se preguntarán el porqué de haber empezado así, tan filosófica, no se preocupen que hoy dejo aparcado mi tema estrella, que muy filosófico no es, para ello hay mucho tiempo y mucha tela que cortar.
Hoy mi tema tiene nombre propio, en concreto tres: Kiko, Rufi y David, parte de “Los Cinco”. Tres jóvenes a los que la vida les ha llevado a seguir un camino diferente al que estamos acostumbrados, una vida en la que estarán con los demás, vivirán con los demás y los demás estaremos con ellos. Ayer dieron un paso más en sus vidas, subieron un peldaño más en esa sinuosa escalera de escalones estrechos, altos y medio rotos; un paso más en el camino pedregoso en el que estamos inmersos, pero un paso más para llegar al sendero que conduce al camino hacia Él.
Son tantas las facilidades y comodidades que nos rodean, tantos los caprichos que con solo chascar los dedos tenemos, tantas y tantas las cosas que nos sobran que no podemos llegar a pensar que se puede vivir con más que eso, con más que lo material que es solo eso, cosas que ahora están aquí y en un rato desaparecen, y sí, hay vida más allá que la convencional, hay vida más allá del “yo”, hay una vida que para los que deciden seguir se convierte en su vida, plena y llena.
Para Rufi y David el rito de Admisión es la entrada a ese camino del que hablábamos, es el paso firme a continuar hacia Él, a aprender de Él y el día de mañana poder ser quienes estén al lado de los demás con su Palabra. Comienzan así la carrera de sus vidas rodeados de su familia y amigos, de sus compañeros de faenas, de quienes bien le queremos y solo esperamos lo mejor de ellos y para ellos.
Para Kiko el rito de Acólito le lleva a seguir subiendo, seguir caminando y, poco a poco, casi sin darse cuenta formará parte activa de la gran familia que es la Iglesia, será una pieza más de ese hermoso puzzle; la Palabra saldrá de su boca, la de un joven de hoy que conoce qué es la vida y que mejor manera que desde su juventud llegue a los demás.
Sus ojos ayer era especiales, una mezcla de alegría, preocupación, responsabilidad, seriedad, recuerdos, todo ello mezclado con toques de nerviosismo y serenidad que los hacían únicos, singulares, eran los protagonistas de una gris mañana en la que ni el viento, ni la lluvia, ni el frío hicieron que nos quedásemos en casa, no podíamos faltar, teníamos que ser esas estufas vivientes que calentasen las frías paredes de La Catedral de Badajoz, teníamos que ser símbolo y signo de lo que los jóvenes también pueden vivir, por lo que pueden optar.
Y esa opción, extraña para muchos, criticada por otro, es su opción, es su sí, vuestro sí, el más lleno de todos los que podamos oír porque hay que reconocer que encierra más que una afirmación, es aceptar todo lo que significa vivir con Dios y vivir en Dios, con todo lo positivo, los logros que puedan alcanzar, pero conlleva privaciones, las más simples que pasen por nuestra cabeza, pero es ahí, en esas privaciones, en aceptarlas, donde esta opción, vuestro sí, se vuelve más humano, profundo y real.
La vida da muchas vueltas y nunca sabemos por dónde nos puede llevar, es tan caprichosa que hoy piensa esto y mañana lo de más allá, hoy quiere esto para nosotros y mañana lo quiere para el vecino, hoy nos hace caminar por aquí y mañana nos lleva a un precipicio; la vida se nos presenta como una encrucijada, como un cruce de caminos ante el que nos tenemos que enfrentar día a día y en el que es mejor hacerlo en compañía, de la mano de un buen amigo, de quien sabes no te va a dejar caer, de quien tirará de ti cuando te tuerzas y, por qué no, de quien dejará que te des algún que otro chocazo y te llevas varios sofocones, esa mano es la que quiero a mi lado y creo que con ellos la he encontrado. Gracias amigos.
