Tras el atentado en un mercado navideño en Berlín el pasado 19 de Diciembre se detuvo a un refugiado pakistaní como principal sospechoso. Una vez conocida esta noticia, no fueron pocos los que recurrieron una vez más al rechazo de refugiados que vienen a Europa escapando de diferentes situaciones de guerra afirmando que entre ellos se infiltran terroristas.
Un ejemplo de ello fue el tweet publicado por Percival Manglano, concejal del Ayuntamiento de Madrid (PP), en el que decía:
“El autor del atentado terrorista en Berlín fue un refugiado paquistaní. No hay peores ciegos que los que no quieren ver”
No pretendo politizar este artículo sino intentar en la medida de lo posible concienciar, y este político me ha dado un potencial ejemplo. No entiendo hasta qué punto el afán de protagonismo de este señor se coloca por encima de su humanidad, y más aun sabiendo que es un personaje público, por lo que tiene cierta capacidad de influencia de cara a la sociedad.
Según el artículo 1.A.2 de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, un refugiado es una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él”.
En la legislación española, para dar una definición de refugiado, podemos acudir a la Ley 12/2009 reguladora del Derecho de Asilo y de la Protección Subsidiaria que en su artículo 3, da una definición de refugiado muy similar al que se proporciona en el párrafo anterior.
Según ACNUR, hasta el pasado 23 de Diciembre, 5.000 personas en busca de asilo habían muerto en el Mediterráneo. Esto implica una media de 14 personas fallecidas cada día durante 2016, la cifra más alta jamás registrada.
¿Pero porque no nos impacta el escuchar que más de 5000 personas mueran ahogadas en un año escapando de la guerra? Pues la razón es simple, la continua proyección de imágenes cargadas de violencia y el sentir que ocurre en un lugar lejano. Nos resulta difícil ponernos en la piel de personas que son capaces de jugarse la vida y huir de su casa para apelotonarse en una embarcación con grandes posibilidades de que naufrague, porque es algo que por suerte no ocurre en nuestro país y percibimos que nunca tendremos que hacer.
Imaginen que ahora mismo, mientras están leyendo esta noticia a través de la pantalla de su Smartphone o su ordenador portátil, se ven envueltos en una guerra de la que no han decidido ser partícipes. Después de ver como se destruye su ciudad y algunas de las personas que conoce han muerto o están heridos, deciden poner fin a esa situación e intentar viajar a otro país. La única forma de llegar a ese país en recorriéndose cientos de kilómetros por carretera o en una embarcación en unas condiciones lamentables, pasando hambre y frío, y lo peor de todo es que una vez que lleguen a la frontera de ese país soñado, se encuentren con una barrera física que os impide el paso y tenéis que hacinaros en campos de refugiados. Si tienen suerte podrán ser uno de los “elegidos” para vivir en ese país, no sin antes enfrentarse a los comentarios y el rechazo de cierto sector de la sociedad que los ve como posibles terroristas o los causantes de sus males. Pues ésta es por desgracia la vida que a muchos de los refugiados les ha tocado vivir.
A fecha de 30 de octubre de 2016, España solo había acogido a 687 refugiados de los 17680 que deberían estar viviendo en nuestro país, según las indicaciones de la Unión Europea. Acogiendo a esos 17680, habría un refugiado por cada 2.645 españoles. ¿Dónde está el impacto social?
Por último, me gustaría concluir con un tweet que publicó ACNUR en respuesta al mencionado al principio del artículo, en el que expresaba que “es peligroso e injusto vincular comisión de delitos a si alguien es o no refugiado; generaliza, estigmatiza y provoca miedo”.
