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Opinión-Editorial

Los valores en la política

31 de Enero | 10:28
Los valores en la política
La tradicional contraposición entre izquierda y derecha se basa fundamentalmente en los valores que conforman ambas ideologías. Los valores son el norte hacía el que se dirigen las ideas de los partidos y al que arrastran al conjunto de la sociedad. Orientan el foco hacia las metas a alcanzar y al modo de alcanzarlas y son asumidos por aquellas personas que se decantan por una u otra orientación ideológica. Los valores de autoridad y tradición son básicos para la derecha, mientras que los de igualdad y gestión pública son muy fuertes entre la izquierda.

Sin embargo, dos siglos de evolución social, económica y política han ido marcando diferencias fundamentales que aun hoy existen, si bien, no todos los valores tienen ya el mismo peso ni son entendidos del mismo modo. Tampoco las ideologías, tanto en uno como en otro lado, son homogéneas, sino que existen variaciones más centradas o más extremistas, modificando los valores prioritarios en cada una. Existen, no obstante, valores compartidos que todos defienden, aunque con diferentes matices o finalidades.

La libertad es el valor principal, el propósito último, de toda actividad política. En todas las opciones políticas es la libertad, como valor y principio, la que justifica sus acciones, aunque no sea entendida de la misma forma por unos y otros. La idea de libertad para el pensamiento liberal supone la defensa de una esfera privada libre de interferencias de los demás, donde además, y bajo el valor de la tolerancia, puedan convivir pensamientos y modos de vida diversos. Esta perspectiva ha sido asumida tanto por la derecha como por la izquierda.

Para la izquierda, la libertad es entendida como ausencia de dominación o explotación del hombre por el hombre. A este propósito orientan principalmente los valores de igualdad y de la defensa de lo público. El resultado implicaría una sociedad más justa, más cohesionada, más solidaria y, por lo tanto, más libre. Pero para alcanzar la igualdad social pueden poner en riesgo el derecho a la propiedad o la libertad de empresa.

El posicionamiento frente al capitalismo y la democracia condicionan en gran medida el abanico y la diversidad ideológica dentro de la izquierda. Para las líneas más radicales, comunistas y anarquistas, el capitalismo y la democracia suponen sistemas intrínsecamente perversos. Para los socialdemócratas se trataría de sistemas válidos, si bien en lo económico necesitarían correcciones desde lo público que garantizaran la perseguida igualdad social.

La socialdemocracia ha estado siempre alejada de concepciones revolucionarias y utópicas y ha mantenido siempre valores de igualdad orientados a impedir que existan estratos sociales débiles. La defensa del estado del bienestar y los derechos de las minorías sociales forman parte de sus valores más íntimos.

Para la izquierda más radical, el valor de la igualdad es llevado a extremos absolutos. El capitalismo, al que consideran culpable de la desigualdad social y de la depredación de los ricos a los pobres, es sustituido por un sistema en el que la comunidad, el Estado, provee de todo lo necesario a sus ciudadanos. La participación política es libre para todos los ciudadanos, pero solo a través de un solo partido, y la libertad de prensa, inexistente.

También para la heterogénea derecha la libertad tiene matices diversos según se entienda desde la vertiente más liberal o desde posiciones más conservadoras. La libertad se entiende como la ausencia de interferencia en todos los ámbitos y donde la tolerancia y el dejar hacer cobra un valor en sí mismo. Si para la izquierda, buscar la igualdad social  es uno de los valores prioritarios, para la derecha está igualdad, aun siendo un valor a honrar, tiene un carácter menos central.

En la libre competencia y el libre mercado, como orden natural, tiene su mayor reflejo esa ausencia de interferencia que se persigue. A través de ellos se conseguiría un ecosistema estable, equilibrado y sostenible entre todos los factores sociales. Pero, al igual que en la izquierda, la mayor o menor intensidad en la defensa de tales valores, determina un espectro ideológico que iría desde el conservadurismo moderado hasta el fascismo.

El conservadurismo defiende valores familiares y religiosos y se muestra prudente, pero no contrario, hacia las innovaciones sociales y tecnológicas que se producen. No se opone a la intervención pública en materia económica al objeto de corregir desigualdades sociales y defiende el estado del bienestar, considerando que es el Estado quien debe ser garante de la familia, de la seguridad y del orden social naturalmente establecido. En sus posiciones más moderadas pueden mantener posturas favorables, y aparentemente contradictorias, como el derecho al aborto, el matrimonio homosexual o consumo y venta de drogas.

Aunque algunos autores consideran el fascismo un movimiento político ajeno, o común, tanto a derecha como a izquierda, es considerado habitualmente como el mayor extremismo que puede darse en las posiciones conservadoras o de derecha. No considera válidos los valores de la democracia capitalista que son sustituidos por un fuerte componente militar que garantiza la seguridad, la jerarquía, el racismo y la desigualdad social junto a un exaltado nacionalismo y fervor a la patria, a la que se da renuncia de los propios derechos individuales.

Desde el entrenamiento político que se desarrolla a través de un coach especializado, debe profundizarse en aquellos valores que orientan la acción de la persona en su actividad y su alineamiento con los valores de la organización a la que cree sentirse vinculado. Con sosiego, sin dejarse llevar por planteamientos adquiridos desde la infancia o por la genética familiar, el identificar los valores y el propósito que moviliza a cada persona es básico para buscar el posicionamiento ideológico en el que sentirse más cómodo. No es baladí. La política no se trata de una actividad profesional más, sino que pone en marcha mecanismos emocionales con los que ha de sentirse identificado para poder desplegar toda la capacidad y entusiasmo que requiere.


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