Entre dos grandes países como España y Francia se encuentra este pequeño e insólito Principado, una autentica joya de cuento de hadas, de impresionante arquitectura románica y de un entorno natural que enamorara al más exigente viajero.
Con especies animales únicas como el urogallo, el quebrantahuesos, el mochuelo boreal, jinetas, ardillas, corzos, rebecos y muflones, o arbóreas como robles centenarios, tilos o el impresionante y único pino negro.
Cada vez mas desvinculado del rol de destino de compras y financiero, ante los ojos del turista de naturaleza, se abre un abanico de rutas geológicas, de ascensiones a picos que casi rozan los 3.000 metros de altura desde dónde el paisaje se fusiona en un azul esmeralda cegador.
Un universo de decenas de lagos glaciares plagados de truchas, con hielo hasta en verano, montañas silenciosas dónde apartarse de la vida urbana con refugios donde pasar noches inigualables mirando a un cielo nocturno con miles de estrellas y el único sonido de cataratas y habitantes naturales de la noche.
Podrás adentrarte en minas de hierro que perforan la piel de esta dura tierra y que descubren antiguos oficios ya olvidados que marcaron el carácter de unas gentes sencillas, nobles y sacrificadas por un clima duro y abrupto en invierno.
Un país muy concienciado con la sostenibilidad y con la calidad de su aire y aguas, respetuoso con sus países vecinos y enamorado de su cultura, tradiciones, historia y una contundente gastronomía.
Desde aquí os invito a descubrirlo desde una visión naturalista, os sorprenderá.