Algo parecido a la inestabilidad climática nos sucede con Cataluña. Estábamos acostumbrados a sus vaivenes reivindicativos, pero esta última ola de calor separatista que se ha desatado ha llegado tan lejos, que incluso los que estábamos más seguros de que el pragmatismo catalán sabe poner sus límites, estamos ahora un poco asustados y no sabemos quiénes, ni cómo, podrán parar al monstruo. Los fenómenos políticos y sociales desbordan a veces a la economía, a la sociología y hasta a la pretendida “ciencia política”. La capacidad de enredo de algunos partidos políticos y sus líderes, en parlamentos que se dicen democráticos, puede llegar tan lejos en sus afanes de poder, que en vez de controlar a los gobiernos y evitar la corrupción generalizada que les rodea, se dedican, como en el caso de Cataluña, a alimentar teorías soberanistas y secesionistas basadas en lo que les roba el Estado Central (pocos países gozan de la descentralización que tiene hoy España), sin ver lo que éste les aporta y, sobre todo, lo que les han estado robando los propios gobernantes de Cataluña.
¿Cómo logran vender esa mercancía averiada a un porcentaje de población importante de catalanes (aunque no sean la mayoría), a los que se supone tan cultos como pragmáticos? ¿Como “los jóvenes más preparados de la historia” salen a la calle a exigir democracia y soberanía, sin ver la corrupción que les envuelve de las propias instituciones catalanas? ¿Y cómo es posible que partidos de izquierdas se envuelvan en banderas nacionalistas reaccionarias, y se alíen con la corrupción de unos dirigentes catalanes que ha llegado a límites de escándalo?
Mucho me temo que las incertidumbres que tenemos con respecto al agua, al fuego y al clima, en definitiva, se parezcan a las que ya tenemos también con el fenómeno de Cataluña. Esperemos que caiga una lluvia fina, de esa que cala, y que con la temperatura más baja, al contemplar la ruina que nos está dejando las absurdas batallas libradas, con algunos de los personajes esperpénticos desaparecidos (ojalá que por elecciones autonómicas y centrales) podamos tener nuevos interlocutores capaces de llevar el entendimiento y la cordura a territorios y poblaciones que juntos serán importantes en esta sociedad global; salir con nuevas fronteras en el mundo actual es una estupidez provinciana a la que no debemos prestarnos, ni los catalanes, ni los españoles inteligentes.
Sé que lo que les aporto son ideas muy elementales, pero creo que son estas sencillas reflexiones lo que necesitamos. Para columnas de altos vuelos históricos-constitucionales ya están los cátedros y el periodismo especializado.