En el año 2010 nos surgió la idea de hacer un Congreso en Cáceres sobre la procedencia de sus habitantes actuales. La colaboración entre Ayuntamiento y Universidad dio como fruto una serie de ponencias que demostraban como desde la segunda mitad del siglo XVIII, y al amparo del pujante comercio lanero e institucional, la villa de Cáceres vino a convertirse en destino de comerciantes, ganaderos y funcionarios, conocedores de las posibilidades que ofrecía la ciudad para sus negocios. Por eso el poblamiento de la misma se hizo con personas de distintas procedencias y paisajes dando lugar a un mestizaje permanente.
Fueron gentes que participaron de la vida económica, social y política de Cáceres. Crearon empresas, sentaron las bases de las instituciones y transformaron el concepto de cultura en una ciudad con grandes deficiencias educativas y culturales. Personas como José García Carrasco, camerano que creó el primer banco comercial de la ciudad, Lucas Burgos, riojano a través del cual Cáceres conoció la primera imprenta, las familias Calaff o Segura, catalanes que desde Cáceres dirigieron los destinos del comercio de la lana entre Extremadura y Europa...Gente, de todo tipo y condición, que llegaron a la ciudad, echaron raíces y en la que aún viven, en muchos casos, sus descendientes.
Estos “cacereños que vinieron de lejos” trajeron avances y nuevas ideas a la ciudadanía que estaba aquí. Crearon teatros y círculos recreativos. Y están en el origen de la Cámara de Comercio y de otras instituciones que gracias a ellos pudo conocer y utilizar la ciudad.
Muchos de “estos cacereños” procedían de la sierra de los Cameros en La Rioja, de ahí el nombre de cameranos con el que se les identificó de forma general. En la presentación del Congreso, el Presidente de La Rioja (al que invitamos) explicó con sutileza lo importante que sería para ambos territorios el establecimiento explícito de alguna relación entre territorios. No en vano nos hemos retroalimentado los unos y los otros.
El conocimiento de los hechos citados ha confirmado mi creencia en lo absurdo de colocar galones de pureza a unos o a otros en razón de su nacimiento. Yo fui y soy mujer de alguna forma migrante venida con naturalidad de otro lugar de España hace 45 años y creo no haber dejado un solo día de trabajar por mi tierra de acogida. Eso no evitó que en la campaña del 2003, cuando me presenté por vez primera a las elecciones municipales, el slogan del candidato de otro partido fuese “de Cáceres de toda la vida”, en clara antítesis de mi persona. Y ello a pesar de tener un apellido tampoco intrínsecamente de acá.
Decidir qué son más fiables los llegados al mundo en el mismo lugar que uno, no deja de ser paradójico a fuerza de simplista. Corresponde, sin duda, a una especie de nacionalismo, excluyente como todos, que parece ahondar sus raíces en un cierto recelo a lo de fuera, por el mero hecho de serlo. O en un falso sentido de la competitividad defensora de los propios intereses. De ser llevado al extremo, fíjense hacia dónde puede conducirnos.
Carmen Heras
