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6 de Julio. 09:16 horas |
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Agricultura, Ganadería y Toros |
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TRAJE DE LUCES
A media mañana, bajo una higuera, Afortunado él y afortunado yo
 | | 8 de Noviembre | 22:39
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A media mañana, era la cita en la finca familiar “Pedro Martin”, de Don Arcadio Albarrán un ganadero de los de toda la vida, de los de solera, e íntimo amigo de mi abuelo Demetrio. Un semental me estaba esperando bajo una higuera, se refugiaba de los rayos del sol que calentaban esa hierba que se oye crecer. Este hermoso toro “colorao” de 8 años de edad había que quitarlo por razones de salud. Y que mejor manera que darle una muerte digna. Nunca había sido toreado y no es justo no darle la oportunidad de que mostrase y expresase lo que llevaba dentro, su bravura, su raza, su clase, su nobleza, su ritmo, su temple….etc, etc. 
Como siempre me acompañaba mi banderillero y amigo personal Manuel Larios, nuestras vidas taurinas siempre han estado unidas por motivos que otro día contaré y que son realmente significativos y bonitos, al menos para nosotros dos.
El toro al vernos llegar por lo alto de la pared de piedras se encampanó, con gesto desafiante, pues éramos dos extraños que llegábamos a su casa y sin avisar. El se abrió un poco como queriéndonos llevar al terreno que él quería y cuando vio que estábamos donde el más o menos quería desde unos 50 metros se nos arrancó. Fue Manuel quien le dio el primer capotazo y seguidamente se arrancó hacia mi y nos cambió el terreno. Fuimos tras él y el encuentro se desarrolló en un lugar que me pareció justo para los dos. Un llano donde ninguno de los dos tenía sitio para refugiarse. 
Para mi no era una apuesta fácil, pues llevo tres meses con una lesión de ligamentos y no puedo defenderme con las piernas, pero creo que era lo más justo para ambos. Manuel le dio 4 o 5 capotazos y rápidamente cogí la muleta. Esto es pronto y en la mano, como decía el Maestro Antoñete. Lo pasé una vez para tomarle la velocidad y ya comprobé las cualidades que nos había apuntado anteriormente. 
Tengo que decir que moralmente me hacía falta torear un toro agusto, abandonarme por momentos, sentirlo cerca. Y llego él de nombre Afortunado, Afortunado él y afortunado yo por encontrarme con él. Pues me ha hecho sentir torero, me ha dado moral para seguir luchando y entrenando. Casi no encuentro palabras para describir lo que sentí al citarlo suavemente y ver con que ímpetu y temple galopaba desde el primer paso de su arrancada. Al llegar a los vuelos de la muleta iba colocando la cara, nos reuníamos y después se salía y quedaba colocado para el siguiente muletazo. Ni él, ni yo, estábamos para muchas apreturas por motivos físicos y parece que nos entendimos mutuamente, nos respetamos y hemos disfrutado a la par. Esta es una prueba irrefutable de que al toro bravo le gusta embestir, pues tenía todo el campo para huir si no quisiera medirse conmigo. Tras un diálogo, una faena, una relación llegó el desenlace. “ Recibiendo” para que sea más justo y equilibrado. 
Mi conclusión es que torear es algo mágico y cuando se dan esas circunstancias que son tan complicadas da igual el escenario donde se desarrolle, llámese Las Ventas, La Maestranza o a campo abierto. Lo que realmente emociona es la acción. Da lo mismo el envoltorio, lo que realmente importa es la calidad del contenido y la sensación que te da al descubrirlo. 
Este toro de nombre Afortunado había estado de sobrero en Las Ventas, mi pregunta es: ¿qué hubiera pasado si hubiera llegado a ser lidiado? ¿Habría lanzado alguna carrera? Aunque también podría haber terminado con alguna, porque un toro así, en la plaza más importante del mundo hay que cuajarlo obligatoriamente. No lo sé, caprichos del destino, pero Afortunado y yo nos hemos encontrado a media mañana en Pedro Martin, nos conocimos bajo una higuera, nos hemos dado gloria mutuamente, hemos dialogado, él me ha hecho sentir torero y yo a él que es toro bravo con clase, mucha raza y noble. Ya estoy deseando de ver la simiente que nos has dejado.
Afortunado él y afortunado yo, una mañana soleada bajo una higuera y con a penas siete personas por testigo. Mis agradecimientos y enhorabuena a Don Arcadio Albarrán y su familia al completo por este regalo tan maravilloso que me han hecho.
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