El día clave se va aproximando, quedan los últimos cartuchos por quemar para conseguirlo, las últimas palabras, los últimos discursos, lo últimos dimes y diretes,…, lo últimos hasta el 20D, claro. Por delante cinco días frenéticos y uno para pensar, la llamada jornada de reflexión que parece dejarnos recluidos en casa como monjes de clausura por unas horas, todo lo contrario, somos más de reflexionar en grupo, de compartir.
Hablando de compartir, ayer escuchaba a unos jóvenes recién entrados en la mayoría de edad, de esos miles de extremeños con sus 18 calentitos que podrán ejercer su derecho al voto por primera vez en estos comicios, explicar qué iban a hacer el domingo, votar, no votar, a quien votar, por lo que entendí me parece a mí que más bien van a botar.
Muy metidos en el papel de ya hombres y mujeres de pleno derecho explicaban qué eran para ellos unas elecciones, qué suponía el alcanzar la mayoría de edad y poder participar en las urnas; así un montón de cosas más de las que creo no sabían ni el sentido que tenían.
Miro atrás, me recuerdo con esa edad y no me veo con el cacao mental de estos chavales y supongo muchos más, pero no solo a mí, no veo a mis amigos y gente de mi entorno con esos nubarrones que no les dejan pensar con claridad. Habrá quien diga que he caído en un tópico, pero no, la madurez ha cambiado y con ello algo tan sencillo como el tema del voto, están desean cumplir la mayoría de edad para poder ser “libres”, hacer y deshacer a “su antojo”, poder votar y llega el momento y más que 18 parecen tener 8.
Escuchaba a esto chicos hablar la importancia de ir a las urnas, claro está, de la importancia para ellos porque no daban pie con bolo, de que así formaría una parte importante de España, que serían ya hombre y mujeres con todos sus derechos y deberes, que serían…, tanto me pusieron la miel en los labios que no podía dejar de escuchar, más atenta a ellos que a lo mío, quería saber más, estaba como en el cine, pero ¿saben cómo me quedé? Como cuando vas a ver una película con las expectativas por las nubes y cuando se acaba te quedas con la boca abierta pero no por lo grandiosa de la misma, sino por el bodrio que te has tragado y por lo que te has gastado, pues igualito.
Estos chicos llegaban a la conclusión de no ir a votar, no lo decían afirmativamente sin vuelta atrás, más bien usaban un condicional. Para explicarse recurrían al manido: tengo que seguir viendo programas. ¡Pero qué me estás contando! ¿Programas a seis días? Parecían los más instruidos, los más preparados, los mejor formados, tenían claro qué significaba el votar, para que servían unas elecciones pero no iban a votar porque no habían visto todos los programas.
No es por nada pero no me lo creo, eso de “aún no sé a qué partido voy a dar mi voto” no entra en mi cabeza. Mira que he conocido casos de estos que parece van de ronda por los partidos, hoy en éste, mañana en el otro, pasado en el nuevo y luego me afilio a todos, de uno a otro, pero en cada formación que estaban tenían muy claro el porqué, pero esto no saber a quién votar,… perdona pero no entra en mi cabeza.
Una se va formando para llegar a la madurez, pasa por diferentes etapas de su vida de van aportando granitos de arena para los hombre y mujeres que serán, entre esas aportaciones están las ideológicas, bien provengan del entorno familiar, de las amistades, del grupo de estudios, da igual de donde, pero existen y hacen que de cara a esa primera papeleta tengas conformado tu panorama político y, por tanto, tu ideología.
Como estos jóvenes de los que hablo habrá muchos que se dejan llevar por el pasotismo decorado con palabrería y no llegan a lo profundo de lo que nos jugamos en unas elecciones. Espero y deseo que de aquí al domingo a más de uno le dé tiempo a leerse los programas electorales si en ello se les va la vida, que por lo que se ve se les va ahora y no se les ha ido en todo el tiempo que han tenido para estudiarlos.
