Un día a las cinco de la tarde en el Gran Café de Cáceres, hace años, estaba tomando un tercio de cerveza. Una chica me sonrío en la otra punta de la cafetería. Era una chica medio elfa y de ojos infinitos. Se me acercó y se puso a hablar conmigo. Hablaba lento y con acento de La Tierra Media. Yo medio payaso, medio tahúr de cafetería la hice reír bastante. Entonces ella empezó a tocarme la pierna. Como aquella que va al mercado y palpa los melones para ver si están en su punto.
Seguí hablando como si tal cosa. Ella que no era tonta porque, más sabe la elfa por vieja que por elfa era consciente de que la deseaba con todas mis fuerzas.
Tolkien decía que la raza élfica era eterna, sabía y de una gran belleza. Pobre Tolkien, todo el día pensando cosas sin pies ni cabeza. Probablemente porque a él nunca le tocó la pierna una elfa.
Bueno, pues como iba diciendo al cabo de un rato se produjo esta curiosa conversación:
Elfa: ¿Te gustaría venirte conmigo a mi piso?
Yo: Sí.
Dije un sí de esos que suenan con desgana y en el fondo muestran todavía más las ganas que uno tiene de algo.
Elfa: Son 50 euros media hora.
Yo: ¿De verdad me vas a pagar 50 euros por acostarme contigo?
Elfa: No eres tú el que me tienes que pagar a mi.
Yo: Bueno es lo que he dicho. Yo cobro por media hora 100 euros si tu me das 50 como cobras 50 euros por media hora estamos en paz.
La elfa se empezó a reír y estuvimos todo el día por ahí. Me invitó a cenar y todo en el Oquendo que es un restaurante de Cáceres bastante bueno. También me invitó a tomar copas por ahí. En mi caso cerveza que es lo que bebo. Nunca tuve nada con ella de tipo sexual. Pero creo que debo de ser de los pocos hombres a los que una elfa de vida alegre ha pagado por su compañía.
Estuve luego en su piso que compartía con un travestí y dos chicas que eran colombianas, creo, pero no estoy seguro de esto último.
Resulta que en Cáceres hay una barbaridad de pisos francos en la calle Argentina, en Ruta de la Plata y muchos otros sitios. También me contó muchas otras cosas que me guardo para una futura novela.
Esto que me pasó a mi le ha pasado a mucha gente en discotecas de muchos lugares de España. Se te acerca una chica hermosa, te pone como una moto, te da unos besos y cuando estás todo ilusionado ella le dice: "Estoy poseída por el espíritu de Emilio Botín. Si quieres lerele afloja la mosca".
En gran cantidad de casos el joven que ya no sabe si es persona, cimbrel a vara de avellano viviente cede y suelta el dinero. Pero nunca pensé que estas cosas pudieran pasar en el Gran Café de Cáceres donde, Cine de Barrio y Lina Morgan, son considerados tótems inamovibles del Séptimo Arte.
En fin.
Me voy al Psicopompo a tomar una cerveza...
