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Opinión-Editorial

El tren, las naciones y la sequía

22 de Noviembre | 14:06
El tren, las naciones y la sequía
Se acercan tiempos determinantes para Extremadura, para España y para la Tierra. Tiempos en los que habremos de ser activos si no queremos que, una vez más, pase de largo el tren de la modernidad para los extremeños, nunca mejor dicho, el replanteamiento de país para los españoles y el futuro del planeta para todo el mundo.

La primera fecha, concreta, es el 18 de noviembre. Miles de extremeños se dieron cita en Madrid, no en Extremadura, para reivindicar un tren digno. En estos tiempos, acostumbrados a grandes manifestaciones que reclaman grandes cuestiones políticas, la reivindicación por parte de los – dirán- pobrecitos extremeños no intuye demasiada repercusión, llamémosle, nacional. Ojalá me equivoque.

En cualquier caso, una movilización extremeña de este tipo tiene un simbolismo manifiesto en tanto que los extremeños no se han caracterizado nunca por ser un pueblo reivindicativo, sino resignado. No obstante, no olvidemos antecedentes importantísimos para la región, sobre todo para una sociedad de tradición rural como es la nuestra, como los que ocurrieron en el pasado, ya fuera por afán religioso - la gran peregrinación a Guadalupe de 1906 -, ya fuera por lucha social - las ocupaciones de tierras de 1936 -.

En los últimos meses parece que los extremeños vamos tomando conciencia de nuestra marginación presente, aún no la histórica, en materias como la red ferroviaria, entre otras muchísimas. Y no se puede vertebrar una región si no es apostando por sus infraestructuras. Y ciertamente, en Extremadura nuestra infraestructura ferroviaria es muy infra, decimonónica en muchos puntos, pero hasta hace poco parecía darnos igual. Con buenas autovías (a falta de la que conecte algún día nuestras dos capitales provinciales), la reciente declaración del aeropuerto de Talavera como de Obligación de Servicio Público (a falta de que hagan efectivos unos precios más populares) y la, todavía ilusoria, llegada del tren de velocidad alta (ahora dicen que para 2019 o 2020…), un rayo de luz se abre en el horizonte extremeño.

Pero, nada más lejos de la realidad, nuestra red convencional de tren o el desmantelamiento de las vías del tramo del Plata al norte de Plasencia, sigue manteniéndonos fuera de la modernidad. De ahí la importancia de tomar conciencia de nuestras reivindicaciones el 18 de noviembre en Madrid y, sobre todo, cualquier día en Extremadura.

La segunda circunstancia determinante en un futuro próximo será la posición que Extremadura tome en el debate de reformulación de España que va a abrirse, más tarde o más temprano, próximamente. Ante la condición uninacional española que propugnan ciertos partidos o la pretendida plurinacionalidad estatal que propugnan otros, nuestra región parece que tenga ni voz ni voto. Porque en una u otra disyuntiva la región aparece marginada debido, entre otros motivos, al desconocimiento de la realidad histórica extremeña por parte de una gran parte de nuestra población y a la nula representación regional en el ámbito español. Ni estamos, ni se nos espera.

Pronto se abrirá el melón constitucional y tiene pinta de que nos quedaremos con la cáscara. Unos pedirán reconocimiento nacional, otros querrán reforzar fueros o conciertos económicos, otros reclamarán una más justa financiación, etc. ¿Y nosotros? ¿Pediremos reconocimiento de nuestra realidad marginal? ¿Haremos cooficial la fala? ¿Seguiremos teniendo que reclamar un tren digno? Sea como sea, sería provechoso reflexionar sobre estas y otras cuestiones de índole regional y nacional. De lo contrario, volveremos a quedar en la parte de atrás (por no decir retrasados) y volveremos a clamar al cielo, como ahora, por la despoblación de nuestros pueblos, por la emigración de nuestros jóvenes, por el paro, por la sequía… 

Y es que no podemos olvidar lo más importante. Por mucho tren que tengamos, por muchos reconocimientos nacionales que existan, de nada servirán si no se tienen las condiciones mínimas de habitabilidad en nuestra región, en nuestro país, en nuestro planeta. La perspectiva tiene que ser más amplia, global. Y, en este sentido, el cambio climático – la sequía - es el mayor desafío del presente y del futuro de la Humanidad. No esperemos a que la tecnología nos lo solucione todo, porque ya es tarde. Que cada persona se pregunte qué puede hacer en pro del bien común. ¿Ahorrar agua al ducharse? ¿Consumir menos plástico? ¿No arrojar colillas al suelo? ¿Ayudar a reforestar?

En la calle o en casa, en la Asamblea o en la Universidad, en nuestros trabajos y con nuestros amigos y familia, tenemos que repensar nuestro presente y nuestro futuro. Hay que apoyar, en Madrid o en Extremadura, las reivindicaciones sobre el tren extremeño, hay que sentarse a reflexionar sobre la región y España para los momentos políticos que vienen. Pero, sobre todo, cada uno de nosotros tenemos que ser conscientes y consecuentes en lo que atañe al planeta y a sus recursos. Son cuestiones de vital importancia, sí, vital.



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