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Conrad, Nostromo y el desafío catalán

4 de Abril | 14:17
Conrad, Nostromo y el desafío catalán
En 1905 Joseph Conrad publica “Nostromo”, una novela de imprescindible lectura si pretendemos conocer de primera mano aquellas cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento del Estado Moderno en un contexto geopolítico contemporáneo.
Y es que el escritor y marinero polaco-británico, además de regalarnos una prosa majestuosa, nos otorgó una suerte de crónicas muy sugerentes de incalculable valor antropológico.

A ellas me remito para argumentar el singular análisis que aquí planteo, aquel que nos permita a encontrar algunas claves sobre el porqué de la irrupción en estos momentos de un fenómeno aparentemente inesperado de la política nacional, el llamado como “desafío catalán”.

Es evidente que sus desencadenantes, al menos en parte, tienen su origen en circunstancias culturales e históricas, y la obra de Conrad es, sin duda, un caleidoscopio al que recurrir dada la condición de cronista de una época que se extiende hasta el tiempo presente tal y como vamos a comprobar bajo estas líneas. 

Análisis de la obra desde un contexto político. 

Tras su periplo en las islas orientales centroamericanas a borde de la marina mercante británica, allá por 1875-1876, Conrad concibe su obra capital, una historia rica en esencias que se desarrolla en un país imaginario de este enclave del mundo y al que nombra como “Costaguana”. Hay que recordar que finales del siglo XIX es el período de aparición de nuevas naciones en el mundo, en concreto en Latinoamérica, hecho que ocurrió tras la independencia de las colonias de ultramar pertenecientes a la corona española.  

No vamos a entrar en los detalles “humanos” del libro, muy interesantes también por otro lado, tan sólo apuntaremos aquellas cuestiones que tienen que ver con los acontecimientos sociopolíticos narrados en la novela. Toda esa amalgama de condicionantes, son ingredientes inherentes a un período histórico al que nosotros también pertenecemos, de tal manera que su consideración, aunque de manera figurada, nos evocará a sucesos cercanos que están ocurriendo en el tiempo presente. 

La historia principal que se narra en Nostromo relata los acontecimientos de una revolución contra el gobierno del país por parte de una serie fuerzas contrarias al stablishment democrático (los monteristas). En el desarrollo de esta trama, la presencia del personaje que da nombre al libro, el italiano Gian Battista, “Nostro uomo” (Nostromo), un paria llegado al país en busca de porvenir, es tremendamente importante. Aquel marino vagabundo llegará a ser reconocido como el “hombre del pueblo”, un líder de masas al servicio del poder que acaba corrompiéndose como el propio país en su conjunto. 

El aspecto más reseñable de la novela es que Nostromo, nos presenta el nacimiento de una nación joven que crece al calor de las brasas de un país devastado por los abusos de sus gobernantes. 

En Costaguana, desde su constitución como país, se han sucedido dos modelos diferentes de Estado.

En primer lugar, el de una dictadura militar dirigida por criminales y dementes. La injusticia, el bestialismo, la decadencia y la ignorancia fueron las resultantes. La gente vivía dentro de una abyecta pobreza y atemorizados. La economía se paralizó por la falta de incentivos de producción ante la amenaza de una intervención estatal en cualquier empresa próspera.

En segundo lugar, el de un régimen democrático basado en principios liberales. Los idealistas y sus principios eran débiles para combatir la barbarie existente entre las fuerzas insurrectas. Los demócratas nunca tuvieron el apoyo civil puesto que las masas estaban alejadas del poder político. Ni el ejército ni el pueblo apoyaban al gobierno. En este escenario de fragilidad surge una revolución dirigida por las élites económicas de dentro y de fuera de Costaguana, y que conllevó a la aparición de un nuevo país independiente, el de SULACO. El nuevo Estado está formado por una amalgama de idealistas, latifundistas y partidarios de los intereses del capital extranjero en su único recurso económico, una mina de plata. 

Varios son los condicionantes que hacen que se consolide el modelo sulaquista

  1. El desapego de los ciudadanos a los modelos de Estado tradicionales debido a: 
- La corrupción. 

- El desarraigo con la vida política. 

- La falta de un espíritu patriótico nacional unificado dada la diversidad de orígenes de sus ciudadanos. 

- La existencia de una inestabilidad social y económica, solamente subsanable por la acción de las élites económicas nacionales y extranjeras, capaces de “regalar” progreso mediante la explotación de los recursos de la mina a cambio del control del país.

  1. Por el nacimiento de un nuevo sentido de comunidad, que hace que los habitantes se vean más como un Pueblo en vez de un Estado. 
Para ello es fundamental la existencia de: 

- Una “moral” propia de pobre, alejada de la ética tirana del rico.

- Un espacio físico compartido que les hace ser considerados como “vecinos”, con una caracterización socio-económica muy estructurada (peones, vaqueros y domesticadores de indios).

 -Una fuente de recursos que no solamente ha servido para el sustento económico, sino de fuente de leyendas, rumores y mitos que han acentuado la creación de un ideario basado en el honor, la seguridad, la confianza, la creencia, la protección y la virtud.

 - Una “tradición” oral que ha reforzado la transmisión de estas cuestiones entre la población. 

  1. La España más costaguanense. 
A poco que hayamos prestado una mínima atención a toda la información anterior, y que, del mismo modo, hayamos mirado con los ojos de nuestro tiempo presente, será fácil haber encontrado enormes paralelismos entre la situación que está viviendo nuestro país y el de la república centroamericana que describiera Conrad en su novela. 

Podríamos situar nuestro período histórico en la segunda etapa costaguanense, aquella en la que la Nación disfrutaba de una democracia madura y de corte liberal. 

España es un Estado democrático moderno encuadrado dentro de un marco supranacional que condiciona su realidad como nación, el de la Unión Europea, a la que pertenecemos como miembro de pleno derecho. En un contexto actual, el estado español no se entiende sin Europa, un hecho que ha quedado refrendado incluso en nuestra constitución mediante una modificación articular relativamente reciente (el artículo 135 incluido en 2011). 

Con estos condicionantes, es evidente que el funcionamiento estatal está sujeto a las virtudes propias de un verdadero modelo democrático, aunque también a su propia problemática. 

Precisamente en la escala de dificultades que afloran en nuestra situación actual, es donde es posible identificar aquellos vicios que apuntara Conrad en su Nostromo, tal y como vamos a demostrar. 

Si abordamos al asunto del desapego de la ciudadanía y el Estado, es evidente que en los tiempos que corren, existe un enorme desgaste inducido por la lacra de la corrupción, algo que ha provocado un descrédito absoluto sobre la clase política, que son, en definitiva, los que dirigen los designios de la ciudadanía. 

De igual modo, el modelo de democracia indirecta, lejos de ser una herramienta pragmática que facilite el funcionamiento de la nación, en este contexto, ha servido para alejar a la ciudanía de sus instituciones.

Igualmente, existe una falta de espíritu patriótico nacional unificado, cuyas causan son tanto una herencia histórica vinculada a otros tiempos oscuros en nuestra Historia en dónde esa unidad nacional era su emblema, y por lo tanto, hoy en día su estigma, así como otras dos cuestiones de interés, tales como el acentuado sentimiento regionalista y una sociedad global profundamente cosmopolita.  

De igual modo, el triunfo de la revolución de las ideas, muy habitual en períodos históricos convulsos, y tan vinculado a movimientos antisistema con una capacidad de movilización de masas notable, han generado un odio atroz al espíritu patriótico común, que ha calado profundamente en ciertos estamentos de la sociedad.    

Pero sin duda, el mayor condicionante en este sentido es la existencia de una marcada inestabilidad social y económica, que en nuestro caso se acentúa más en unos territorios que en otros.

Ya hemos disertado en alguna ocasión en este mismo diario sobre el origen histórico de los polos de desarrollo territoriales en nuestro país, lo cual nos hace hablar de dos Españas en términos de riqueza y oportunidades. Debemos acercarnos a la España agrícola mediaval y en la aparición de la España arrendataria norteña en contraste con la latifundista del sur. A este germen hay que añadir una constante en nuestro país, la continua discriminación positiva del Estado en favor de unos territorios en detrimento de otros. 

Dichas circunstancias han contribuido y de qué manera al nacimiento de un nuevo sentimiento de comunidad en territorios beneficiados históricamente como Cataluña, que han defendido desde siempre ese diferencia y exclusividad, y que ahora parece haberse disparado de una manera abismal. 

¿A qué debemos este afloramiento? Conrad parece igualmente darnos la respuesta en Notromo, aludiendo al sentimiento de Pueblo, cuyo origen es múltiple según el escritor ruso-británico: 

- El florecimiento de una moral propia de pobre, alejada de la ética tirana del rico (“España nos roba”). 

- La existencia de un espacio físico compartido singular que hace que sus habitantes sean considerados como parte de él, a pesar de ser oriundos de otros territorios. 

 -Por la existencia de una leyenda y una mitología propia sobre la mayor cantidad de oportunidades económicas en ese territorio en comparación del resto del país.   

 -Por la transmisión de una “tradición” de país (en este caso escrita) que ha calado en la ciudadanía. Ahí el modelo de descentralización administrativa de nuestro Sistema Educativo ha tenido mucho que ver. 

  1. ¿República sulaquista de Cataluña? 
Llegado a este punto, la siguiente cuestión que debemos preguntarnos es la siguiente. A tenor de todo lo expuesto, y suponiendo que Conrad estuviera en lo cierto, ¿es posible realmente que el secesionismo catalán consiga su objetivo?

Cabría pensar que la respuesta es no, al menos en la actual coyuntura.

 Si llevamos “el caso Nostromo” a nuestra realidad, convendría decir que, aunque el sentimiento de Pueblo está ya construido, las élites económicas no parecen estar por la labor de apoyar las ideas secesionistas, lo cual es capital para el florecimiento de las naciones modernas tal y como se ha argumentado. Basta con comprobar la huida masiva de capitales en forma de empresas hacia otros territorios más “tranquilos”, o la actitud oficial de lo que podríamos considerar como la élite económica externa de nuestra influencia, la Unión Europea.  El intento hasta ahora con poco éxito de la internalización del conflicto por parte de los líderes políticos catalanes, han sido una estrategia muy inteligente para conseguir sus fines, porque ellos saben, al igual que lo sabía Conrad, que en un panorama geopolítico como el actual, la influencia económica externa es determinante. 

Esperaremos a que en un futuro a corto plazo encontremos una salida pacífica al conflicto, aunque si tuviéramos que buscar la solución en la literatura, más que en Conrad, sería más oportuno hacerlo bajo la pluma de Valle-Inclán, padre del esperpento cañí.



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