Una de las cosas que más admiraba en mis padres era la templanza. La aceptación de las cosas de la vida. Cuando la abuela sufrió un derrame cerebral, mi padre iba y venía de casa al trabajo, de éste a la clínica, de la clínica a casa, obnubilado, pero sereno. Tal pareciera que tuviera controladas las riendas. No era así, en un suceso luctuoso nunca se tiene nada controlado, pero lo parecía.
De la mano o impericia de los hombres suceden situaciones no previstas. Al ocurrir, hay que poner a prueba las formas habituales de enfrentarlas, y aplicarlas en ese momento. A veces no encajan los moldes con la materia de la que se fabrican los sueños. Los sueños deslumbrantes de los jóvenes. Los adultos mayores nos quedamos entonces mirando como supongo miró el experto en cálculos mentales a la calculadora que hizo las mismas operaciones en menos tiempo y tocando una tecla. Ah!
En la política hay tiempos de descubrimiento y otros de recolección. En los primeros todo es ilusión y aprendizaje. En los segundos, la actitud sorpresiva que permite ver caer maná del cielo. Tiene lo doméstico sus gotas de transcendencia y con ellas se acercan los humanos unos a otros permitiéndoles aparentar ser como ángeles.
¿Y los ángeles lloran? ¿O no saben hacerlo? Ya no sollozan los ángeles, convertidos en efigies de si mismos. Si como dice Oscar Wilde “nuestra experiencia son nuestras equivocaciones” una de las mayores es, exponer los sentimientos en tiempos pragmáticos como los de hoy.
Ay, Trafalgar, Trafalgar!. TRAFALGAR, uno de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, describe la batalla naval que enfrentó el 21 de octubre de 1805 a la escuadra hispano-francesa con la inglesa, dándole la victoria a esta última. Pero también cuenta las costumbres y modo de vida de los españoles durante todo el siglo XIX. Que no se crean ustedes que son muy distintas a las de este siglo XXI, sobre todo en lugares pequeños como Extremadura, donde el que es un poco más grande no quiere renunciar a sus privilegios y el pequeño no tiene fuerza, ni compañeros leales de combate.
Porque señores, no crean ustedes que los tiempos y las tecnologías lo arreglan todo; en el fondo de las mentes humanas permanecen los atavismos, poderosos, inmutables, dogmáticos...y como se les niega la existencia, en vez de combatirlos, permanecen en el inconsciente general de los pueblos y sus organizaciones. Marcando doctrina.
He aquí el largo periplo de las cosas, que diría el otro... he aquí la razón de su volatilidad, que los que lo ven no pueden hacer nada y los otros... ay, los otros ni siquiera son muy conscientes de lo que ven. Y así, vamos...
Carmen Heras