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Opinión-Editorial

El pensamiento único

31 de Octubre | 11:22
El pensamiento único
Si aprendemos desde la contradicción y el conflicto cognitivo propio, nada tiene que ver todo ello con una especie de pensamiento único que nos circunda, y amenaza con ahogarnos. El conflicto surge cuando un nuevo conocimiento “llega” y “se enfrenta” a los anteriores, mientras los “interroga”, hasta buscar su propio espacio dentro del conjunto de formulaciones mentales. Y obliga a pensar intentando conciliar lo nuevo con lo viejo, si fuera necesario. Las leyes físicas funcionan así. Y nadie se escandaliza cuando nuevos pareceres científicos, fundamentados a la luz de nuevas claves, vienen a sustituir a otros anteriores, considerados perfectos hasta ese momento. Y por supuesto nadie arroja a la hoguera a los autores veteranos. 

Para las de mi generación, Ángela Davis es una gran referencia. Porque se atrevió. A levantar la voz, a hablar entre los hombres, a decidir, como ellos, en los espacios públicos. A levantar el puño. Aún ahora hay quien dice que siente temor al hacerlo. Frente a tanta información, a tantos derechos, la inseguridad personal de muchos/as es manifiesta. Una cosa es trajinar y debatir entre conocidos y otra, defender de viva voz los argumentos para dejar clara una posición, o incluso para intentar convencer a otros. Porque todo implica convencimiento, vocabulario, técnica y seguridad. E incluso afán de combate. Hasta las últimas. 

Pero sigue estando mal visto, amigos y amigas, que la mujer porfíe, o grite o se enfade. E incluso existirá siempre un sector de mujeres que lo criticarán con dureza. Cuando ocurre, hay que tener cuidado de no perder los nervios pues a muchos las hojas no les dejan ver los árboles y el ademán tapa el estado de la cuestión de lo que se defiende. Y la etiqueta de agresiva se instala como una segunda piel para la interfecta. Y ya no hay nada qué hacer. Ejemplos, a montones. 

Cincuenta años más tarde de haber sido encarcelada, Ángela Davis se sigue atreviendo a decir en voz alta grandes verdades: que no hay un solo tipo de mujer y es absurdo establecer estereotipos. Durante mi última estancia en México asistí atenta a un diálogo entre mexicanas sobre asuntos propios de mujeres. Como la interconexión entre ellas era limpia, hablaban sin tapujos sobre la condición femenina, los condicionantes y las bendiciones de la misma. Hacia mucho tiempo que yo no había sentido tamaña sinceridad. En mi mundo, europeo y decadente, ya no se expresan las mujeres de tal guisa porque: primero, no se lo permiten ellas mismas y segundo no se lo permite el ambiente, por los anhelos y las convenciones del sitio y la época. 

Aquí y ahora puede que te critiquen por ser sincera, o por ser empática o simplemente por subir al autobús. Hay un gran desconocimiento de la sociología de un lugar, en genérico, pues cada quien forma su propio grupo y no quiere saber nada del de los demás. “Como yo no lo hago”, no existe, piensan algunos. Pero es un error. En la búsqueda de una cierta solidaridad entre las actuaciones de unos y otros, más nos sirviera un mejor conocimiento de nuestros semejantes y de sus anhelos y victorias. O incluso de sus fracasos, cuando son de todos. 

Carmen Heras



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