Este hombre vivo y enjuto, que abandonó rápido el seminario cuando vio que el celibato no era para él, se enamoró hace tiempo de las razas ganaderas autóctonas. Al fin y al cabo, trabajaba con la raza que mejor representa los rigores y las gestas de una cultura ganadera que algunos soñadores como él extendieron por el mundo. Estamos hablando de la oveja merina, la que echaba a andar del sur al norte con los cambios de estaciones, acompañada de burros, mastines y careas, y los cuatro enseres de unos pastores trashumantes que descubrieron lo del cambio climático hace mucho tiempo. Los mismos que descubrieron los grandes corredores ecológicos sin saber un carajo de ecología.
Miguel descubrió un día que las “ovejas merinas negras” eran la base racial del tronco merino. Los portugueses las habían conservado un poco mejor que nosotros y allá se fue a ver esos rebaños fronterizos, de los que aprendió algunas cosas. Un joven y competente técnico agrícola de Badajoz (Julián Solis), le dio las primeras lecciones y de allí se trajo los primeros animales. El sueño había prendido en la cabeza de Miguel. Apenas quedaban 2.000 ovejas merinas negras en España y unas 10.000 en Portugal. ¡¡Qué bonito sería juntar el mejor de estos rebaños, mejorando en lo posible esta variedad racial y suministrando animales reproductores a los amigos de la merina negra!!
Apenas han pasado 6 años. Miguel y su familia tienen ya el mejor rebaño de merinas negras de España y posiblemente de Portugal. A su casa acuden a comprar reproductores algunos ganaderos sensibles y otras gentes que sin ser ganaderos quieren contribuir en pequeña escala a la conservación de ésta raza. La familia Cabello es el referente más conocido para adquirir algunos de estos animales para vida.
Creo que esta pasión por la oveja merina le llevó a conocer la situación de otras razas ganaderas también autóctonas. El burro andaluz y los mastines estuvieron siempre entre sus preferencias, así como las cabras retinta y verata. Más recientemente se fijó en las gallinas, que Don Fernando Orozco descubrió por los cortijos extremeños, hasta fijar la raza de “gallina extremeña azul”. Con toda esta tropa ganadera, Miguel se acercó a una Administración que estaba bastante confusa: por una parte declaraba el interés de las razas autóctona y por otra, la burocracia hacía imposible que los ganaderos colaboraran en la tarea de conservarlas. Es cierto que proporcionó algunos animales gratuitamente, pero no es menos cierto que le cogió el gusto a las subastas y he visto a Miguel llegar a pagar más de 600 euros por una burra. O sea, lo del perro del hortelano, ni come, ni deja comer. Luego las escasas subvenciones van a unas Asociaciones de las Razas burocratizadas, en vez de ir al ganadero que hace el esfuerzo de conservarlas.
Con ayudas unas veces y sin ayudas otras, Miguel tiene hoy una Reserva de las Razas Ganaderas Autóctonas en La Siberia, que podría jugar un papel importante y de varias dimensiones: como suministrador de reproductores y animales para vida; como productor, junto a otros, de la mejor lana del mundo para productos de artesanía; también como productor de carne para el jamón de merino negro, experiencia en la que ya participa con un inversor árabe; Y por último, su Reserva podría jugar un papel didáctico, organizando visitas guiadas con escolares y estudiantes, siempre que en ello colaboraran las Administraciones.
La última idea que le he escuchado a Miguel es la de organizar una ruta trashumante por Extremadura, en las zonas más bellas e históricas de nuestras Cañadas con sus merinas negras. Podría ser un espectáculo de una belleza y una riqueza cultural indescriptible. Aparte por supuesto de ser una llamada a un turismo sensible, culto y popular. Pero ello require, con el mal estado en que se encuentran hoy nuestra vías pecuarias, un apoyo de las Administraciones, que por otra parte sabemos que gastan a veces partidas importantes en campañas de imagen menos justificadas.
Esta idea se las expuso el otro día al Presidente Guillermo F Vara delante de mi, en el acto gastronómico de los emprendedores en Quinto Cecilio y me pareció que la acogía con interés.
Miguel y la Familia Cabello no paran de pensar lo que se puede hacer con ese patrimonio genético de nuestras razas autóctonas. No crecen más deprisa porque es una actividad que necesita apoyos de una Administración
atascada entre la burocrácia, y la falta de medios (aunque sobren para otras cosas más que dudosas). Sin embargo creo que a Miguel le escuchan cada día más. Es posible que de su diálogo continuo con G.F. Vara se deriven
algunas realizaciónes que supongan un avance en esta conservación tan necesaria. El apoyo popular a esta empresa ganadera familiar es cada día mayor. Creo que les falta organizar mejor el mercado potencial que tienen delante. La tarea de la conservación, al menos de las razas en peligro de estinción, debería ser responsabilidad inexcusable de las Administraciones; pero mientras éstas asumen esa responsabilidad y tiran lastre burocrático, está el mercado de la gente sensible, que las hay Miguel. Ahí están los cómplices de esa tarea tan bella y espectacular como la que habéis emprendido.
Siempre he sido un amigo de lo público, Miguel. Como bien sabes. Pero viendo como funciona, cada día creo más necesario apoyarnos también en la iniciativa privada. El Mercado, Miguel. Sin complejos y sin miedo a decirlo. Apoyaros en él si queréis ver vuestro sueño realizado.
Es lo que estoy aprendiendo de este grupo de empresarios y emprendedores sobre el que escribo.
