Cómo se lo digo, de qué manera dulce entono mi voz para no romperle a cachitos su viejo corazón. Cuáles son las palabras exactas, esas que no faltaran a la verdad pero sé que, dañarán su alma. No puedo evitar sentirme ruin y malvada. Voy a abandonarle de nuevo, en esta ocasión es por una distinta y sin embargo igual a las otras; mientras noto que el silencio me pesa en la boca como una losa. Un suspiro lento se escapa de mis consternados pulmones, hasta ellos lloran por la ausencia de las letras que componen la frase que me taladra el cerebro: ¿cómo se lo digo?
Mientras mi espíritu pena, mi corazón baila al compás de unos latidos que componen mi particular balada. No puedo, ni tal vez quiera evitarlo. Imposible hacerlo cuando hoy volví a verla, cuando hoy me sentí de nuevo enamorada. Me deje embaucar por sus curvas finas, su cuerpo repleto de líneas con estilo, por el brillo de su figura esmerada. Mi mano tembló, imaginando como retenerla entre sus cinco dedos. Me entregué al deleite, a la perspectiva de someterla a mis caprichos, a mis noches de insomnio y a mis días dormidos, a mis deseos lascivos y a mi querer torpe. Sin duda costase lo que costase, tenía que hacerla mía y traerla a mi mundo de contradicciones. Era tan bella, tan hermosa, tan distinta y a la vez parecida a las otras que, llore como una niña pequeña ante el recuerdo de lo que me aguardaba en casa. Él, mis dudas, una pregunta que me abrasaba: ¿cómo se lo digo?
La incógnita paso a un segundo plano y compre sus servicios con la misma rutina de siempre; sacando mi dinero de plástico para no tener que contar los billetes y los remordimientos de mi conciencia. Tome su cuerpo por fin entre mis manos y por fin pude sentir al tacto su suavidad latente, la perfección de sus eses, la exquisitez que por completo la cubría. De vuelta a casa y en cada paso mi imaginación voló de nuevo, entregándose al placer de lo que se avecinaba, la complicidad de dos cuerpos desnudos, en suyo y el mío. Tanta dicha no pudo esquivar la punzada que me dio en el costado, la pregunta en forma de veneno: ¿cómo se lo digo?
Llego a mi hogar y a mi puerta, introduzco la llave, oigo el antiguo chirrido. Recorro el pasillo de forma lenta, siento mis pies pesados. Quieren huir, pero no hay ninguna escapatoria. Él me espera impasible, silencioso, inmóvil y desafiante. Sé que lo sabe y yo aún sufro porque yo no sé de qué manera, de qué forma plantearle esta frase: ¿cómo se lo digo?
Mi valiente mano se dirige a la bolsa, saca a mi nueva amante, igual y también distinta a las otras. Tiemblan los dedos de gusto y por contra, el alma de tristeza. Mi boca se abre, se mueve mi lengua, suspiro suave. Lo contemplo y por fin me atrevo a decírselo: querido ordenador rompo otra vez nuestra relación, me he vuelto a enamorar de una pluma nueva.
Fin.