Fue en Madrid, el último domingo de Marzo, cuando las gentes de la España despoblada se dieron cita para decirle a todas las administraciones ¡¡hasta aquí hemos llegado!!
No puede ser que en más de dos tercios de un territorio que alberga los mejores recursos naturales y los paisajes más bellos, sus habitantes se vean obligados a emigrar a las grandes ciudades para buscar un trabajo que se les niega en sus pueblos de origen, porque quienes administran los recursos económicos así lo han decidido desde hace mucho tiempo.
Hacinar a las personas en ciudades industrializadas a golpe de decretos, cada día más inhabitables y contaminadas, es la consecuencia de un sistema irracional que impone la cultura urbana a quienes preferirían vivir en sus pueblos, ciudades y regiones, si encontraran en ellos una vida digna.
Hace tiempo que los que somos calificados de utópicos o enemigos del progreso, e incluso a veces de antisistema, alzamos nuestras voz contra ese desatino de concentrar a los habitantes del medio rural en esas grandes conurbaciones, y elegimos vivir en nuestros pueblos y ciudades, convencidos de que la vida aquí es mucho mejor.
Hemos predicado en el desierto y asistido a ese éxodo del mundo rural, hasta que la realidad empieza a demostrarnos a todos que la vida en las grandes urbes con la especulación, la estrechez de los espacios habitables y la contaminación está llegando a límites que ni siquiera podíamos imaginar.
Todo ello ha llevado a que las gentes que todavía permanecen en su pueblos y ciudades, cada día con menos servicios y menos habitantes, acompañados por los que tuvieron que emigrar y no han perdido la esperanza de volver, y organizados en un movimiento de plataformas ciudadanas sin precedentes, se hayan dado cita en Madrid para decirle a la opinión pública, a los gobiernos, administraciones y al propio sistema económico imperante, que esta aberración de despreciar a pueblos, ciudades, paisajes y recursos, en favor de apenas un veinte por ciento del territorio español, no puede seguir así. Que ha llegado la hora de reflexionar sobre esta irracionalidad, y de que los políticos se preparen para arbitrar políticas que den un giro claro y concreto a esta situación.
Con las enormes posibilidades que ofrecen hoy las nuevas tecnologías, habría medios más que suficientes para que la gente pudiera permanecer en sus pueblos, y para propiciar iniciativas que hicieran posible el retorno de los que así lo desean, y sobre todo, para generar servicios y empleo suficientes para que los jóvenes y mayores que prefieran vivir aquí puedan hacerlo dignamente, invirtiendo así una tendencia migratoria que solo nos lleva a seguir aumentando la emigración y la desertización.
Ver a esa muchedumbre inmensa en Madrid, da igual que fueran cincuenta o cien mil (la foto de este texto lo dice todo), clamando por este cambio sustancial en la defensa del Medio Rural, es el anuncio de una verdadera revolución pacífica, que puede traer consigo otros muchos cambios de los que tan necesitado esta nuestro País. Si la primera vez han sido cien mil, la segunda pueden ser muchos más. Y ello puede conducir a que este movimiento ciudadano, lleno de lucidez y voluntad, y apoyado también por sectores urbanos de personas emigradas, fuercen el entendimiento con la clase política y las más diversas instituciones, para que se adopten medidas de gran calado que cambien una situación que cada día se hace más insostenible.
El enorme eco que en los medios de comunicación ha tenido esta gran manifestación, da una idea del apoyo popular que este movimiento ha suscitado, y sobre todo del que puede llegar a conseguir si su reivindicación no es escuchada por la nueva Administración que surja de las próximas elecciones, tanto Central, como Autonómica.