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LITERATURA

Carolina Coronado, una mujer, una escritora

14 de Noviembre | 12:04
Redacción
Carolina Coronado, una mujer, una escritora
En esta ocasión nos acercamos a la vida de una mujer que dentro de la literatura romántica española ha sido equiparada en brillantez literaria a autores tan destacados como el propio Gustavo Adolfo Bécquer así como Rosalía de Castro.

Carolina Coronado Romero de Tejada, nació en Almendralejo el 12 de diciembre de 1820 y falleció en la ciudad de Lisboa el 15 de enero de 1911.

A diferencia de la tónica del momento en la España decimonónica, Carolina nació en el seno de una familia acomodada de corte progresista. Se traslada a vivir a la capital, a Badajoz donde, como era habitual para su época, recibiría una educación tradicional para las mujeres que consistía en formarse en labores propias del género femenino, es decir, la costura, las tareas domésticas, … todo aquello que se consideraba necesario saber para ser una buena ama de casa y esposa de aquellos momentos. Ni que decir tiene que, latiendo como latía en su ánimo desde su más tierna infancia el afán por la lectura así como la escritura, estos saberes no iban a ser suficientes para los intereses de nuestra protagonista.

Lee y escribe infatigablemente; sus primeras líneas no son todo lo depuradas que debieran, pero ello no impide que siga con su ambición intelectual. A la temprana edad de 10 años ya compone sus primeras estrofas. En sus versos trata de grandes pasiones, de amores desgarrados, sentimientos amorosos que es muy probable ella misma albergase en su corazón por algún caballero cercano a ella.  

Se dice de su persona que padecía catalepsia, un trastorno nervioso que se caracteriza por la pérdida temporal de toda movilidad por el que incluso se llega a dar por muerto al individuo. El propio Edgar Allan Poe aborda este tema en su obra El entierro prematuro siendo también uno de sus más obsesivos temores a lo largo de sus escritos. A Carolina esta enfermedad le ocasionaba de igual modo gran inquietud ya que su idea de ser enterrada viva le angustiaba sobremanera. Es tal el temor que siente que al fallecer su esposo así como su hija, hace mantener insepultos los restos de ambos hasta que acaeciese su muerte.

Contrajo matrimonio con sir Justo Horacio Perry, quien fuera secretario de la embajada de Estados Unidos en la ciudad de Madrid. De dicha unión nacieron sus tres hijos, Carolina, Carlos y Matilde. Durante su vida de casada y viviendo en la capital, sus contactos con el mundo cultural y literario le proporcionaban no pocos placeres. Si bien es cierto, su actividad como escritora se ralentizó al nacer su primogénita aunque pese a ello, siguió escribiendo. Era la época en que a las mujeres se les empezaba a dar paso en los ateneos, las tertulias literarias y los liceos. La cultura ya no iba a ser patrimonio exclusivo del género masculino. El paso firme de las mujeres escritoras, artistas, se empezaba a dejar oír fuerte y recio.

Las primeras poesías de Carolina fueron recogidas en diversas revistas. Su primera publicación tuvo lugar en 1843, Poesías, prologadas por el escritor, dramaturgo, poeta, filólogo y crítico español Juan Eugenio Hartzenbusch Martínez. En posteriores ediciones de su obra, agregó nuevos poemas que incrementarían su trabajo. Por lo que a su producción en otras vertientes, hemos de apuntar que también tocó el género de la novela (quince novelas llegó a escribir entre las que destaca Luz, El bonete de San Ramón o La rueda de la desgracia) así como algunas obras de teatro, El divino Figueroa, Un alcalde de monterilla, …,  de las cuales únicamente llegó a representarse una, El cuadro de la esperanza.

Su familia se traslada a vivir a Lisboa por razones de trabajo de su esposo quien es nombrado agente de la compañía Eastern Telegraph. Los primeros años están marcados por la bonanza familiar y las excelentes relaciones sociales, aunque el nuevo cargo del cabeza de familia acaba por dirigir a la casa a la ruina. Con el paso de los años Carolina acaba por ir cerrando su círculo de amistades y relaciones hasta que fallece a la edad de 91 años. 

A modo de conclusión, hemos de decir que, por desgracia, hasta hace no demasiado tiempo, su obra no ha sido conocida ni reconocida en toda su extensión, lo que nos ha privado del conocimiento de una gran poetisa de la España del XIX.
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