Gafas de colores
17 de Noviembre | 01:36
Redacción
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No critico que don Pedro Sánchez, la esperanza blanca del PSOE federalista y con salida al mar por Cataluña, defienda la inocencia de sus correligionarios Manuel Chaves, expresidente de la Junta de Andalucía y diputado, y de José Antonio Griñán, expresidente del Gobierno andaluz y senador. Es más, no sólo no lo critico, sino que le aplaudo. La presunción de inocencia es muy importante en cualquier democracia.
Y empiezo a mirar con una sonrisa que el mismo Sánchez, don Pedro, insista una y otra vez en pedir la dimisión de José Antonio Monago. Y no porque me esté convenciendo; no le critico porque me hace mucha gracia. Es que es un chiste muy gracioso el que nos está contando continuamente el PSOE sobre el famoso asunto de los viajes del senador Monago a las islas Canarias. Tan gracioso como pesado.
Monago asegura, con una certificación del Senado en la mano, que viajó 16 veces a Canarias con cargo a los fondos que puso a su libre disposición la Cámara Alta, y que hizo esos viajes para realizar actividades políticas. Don Pedro Sánchez, usted y cualquiera puede creerlo o no creerlo, pero para asegurar lo contrario tiene que demostrar, con datos, no con infundios ni sospechas, la verdad de lo ocurrido.
Monago afirma, con la radiografía de su tarjeta Visa en las manos, que viajó 22 veces a Canarias y que se lo pagó con su dinero. Usted puede creerle o no creerle, pero para asegurar que no es verdad lo que Monago dice tiene que demostrar, con datos, lo realmente sucedido.
Nada de esto se está haciendo. Quienes acusan, quienes sospechan, quienes difaman a Monago por sus viajes no aportan datos, no lo hacen con certificaciones y documentos en la mano. Se escudan en el tópico, en el lugar común, en los bajos instintos, que no siempre pasan por las ingles.
A Monago se le está lapidando, porque las piedras salen gratis. Nunca hasta ahora había ocurrido en España un ataque tan despiadado contra un político. Quizás crea usted que tampoco antes hubo políticos españoles que realizaran viajes polémicos con medios públicos. Pues si lo cree, se equivoca.
En julio de 1985, Felipe González, a la sazón presidente del Gobierno, se dio un garbeo privado en el yate Azor, que el general Franco utilizaba para pescar y salir en el NODO. Un funcionario extremeño, ya fallecido, que tenía plaza en Badajoz, le solicitó por escrito al Gobierno de González que le dejasen usar ese yate. La respuesta del Gobierno fue inmediata: le trasladaron en comisión de servicio a Madrid. Comisión de servicio que pagamos todos los españoles, pues incrementaba notablemente los gastos que nos ocasionaba ese funcionario y, comisión de servicio, que acabó con su vida, pues en uno de sus viajes de regreso a Badajoz se mató en la carretera en un choque contra el vehículo de una consejera de Ibarra.
En 1988, Alfonso Guerra, a la sazón vicepresidente de Felipe González, estando en el Algarve (Portugal), concretamente en Faro, con uno de sus hijos fue ‘rescatado’ por un avión Mystère, de la fuerza aérea española, que los llevó a Sevilla para asistir a una corrida en La Maestranza. Pero, claro, fue un vuelo justificado, pues había mucho tráfico en la carretera, y Alfonso no quería llegar tarde a la corrida, así que se saltó, por el aire, la cola en el paso fronterizo de Ayamonte.
¿Y qué decir de Zapatero? Don José Luis Rodríguez utilizó el avión Dassault Falcón 900, que el Ejército del Aire ponía a su disposición, para ir tanto a mítines de su partido como para llevar a sus hijas a Londres por motivos de estudio.
Y bueno, doña María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta de ZP, voló a Valencia, el 19 de marzo del año 2009, en un avión del Ejército para ver las Fallas, sin que en su agenda hubiese actos oficiales en Valencia ese día.
Más discreta fue doña Magdalena Álvarez. Maleni, que fue consejera del Gobierno andaluz y ministra y europarlamentaria y alta ejecutiva europea, viajó ‘gratis total’ pero no fue con el Ejército, fue con Iberia. Y no una vez ni tampoco sola. Reservó billetes de Iberia para ella y para su familia con los que el clan viajó a Moscú, México, Copenhague, Santiago de Chile, Los Ángeles, Santo Domingo, Casablanca, Tokio y París, según los datos que todavía circulan por Internet. En un solo día, doña Magdalena Álvarez pidió 26 billetes, gratuitos, para ella y su familia, y un mes después, 18 más. Maleni llegó a pedir hasta 44 pasajes gratuitos de Iberia para vuelos Málaga-Madrid y otros 50 para Sevilla-Madrid, en el año 1996.
La consejera andaluza de Economía tuvo pasajes gratuitos de Iberia por más de 28 millones, de pesetas. En total, 444 billetes de avión de los que disfrutaron, gratis total, tanto la política andaluza como sus allegados. Magdalena hizo uso del ‘pase de libre circulación’ del que disponía por su relevante autoridad.
Son datos que están en Internet y que usted puede consultar si no me cree. Y si están es porque nadie ha ordenado que se borren, así que algo de verdad habrá en ellos.
¿Cometió un delito Magdalena Álvarez? No. Hizo uso, y seguramente abuso, de un bien que le pusieron a su disposición. ¿Cometió un delito María Teresa Fernández de la Vega? No. Al menos no fue procesada. ¿Delinquió Alfonso Guerra? Tampoco fue procesado. Ni se procesó a Zapatero ni tampoco Felipe González fue a juicio por lo del Azor. Lo de González fue en realidad una chiquillada. Lo que de verdad pretendía el entonces presidente del Gobierno era hacer un cameo en la película ‘Espérame en el cielo’, sobre el doble de Franco.
Lo que sí tiene delito, y muy gordo, es que desde 1985 que González embarcó en el yate Azor, que no era de Franco, sino de los españoles, no se hayan tomado medidas para que ningún político español viaje a cargo de los fondos públicos sin que exista un control riguroso de la necesidad de esos viajes oficiales y de los gastos que nos ocasionan a todos. Eso sí es un delito que debería estar penado y sobre el que habría que hacer justicia. Merece una iniciativa legislativa popular.
¿Y, entonces, por qué se ceban en sus críticas quienes atacan a Monago? En primer lugar porque en la ciudadanía hay una sensibilidad especial con todo lo que sea, parezca o pueda hacerse pasar por corrupción. En segundo lugar, porque Monago es un político del PP y por ser del PP no tiene derecho a la presunción de inocencia, o al menos la izquierda no le reconoce este derecho, del que sí disfrutan Chaves, Griñán y Maleni. Y, en tercer lugar, porque el asunto, en su vertiente personal, tiene una circunstancia, la sentimental, que se puede perdonar en un político de izquierdas –Guerra mantuvo una fértil relación extramarital con María Jesús Llorente, y nadie le pidió la dimisión ni le llevó a juicio por eso, y Boyer se enamoró de Isabel Preysler- pero esa misma circunstancia resulta imperdonable en un político de derechas.
Aunque, en realidad, en este país no hay ni izquierdas ni derechas, hay gafas de colores. Y mucha mala leche.
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