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Opinión-Editorial

La avería estaba en el sistema

19 de Noviembre | 12:34
Redacción
No han pasado ni quince días desde que comenzó la polémica sobre los viajes que, como senador, realizó José Antonio Monago a las islas Canarias, y los principalers partidos políticos, el PP y el PSOE, ya han llegado a un acuerdo sobre la forma de regular y controlar los desplazamientos de los parlamentarios, tanto en el Congreso como en el Senado.

Llama la atención la rapidez con la que se ha llegado al acuerdo, la ausencia de declaraciones estruendosas durante la negociación del mismo y el hecho de que una decisión tomada por ambas fuerzas políticas en el ámbito del Congreso se haga extensible, sin mayores problemas, al Senado.

Esta sintonía entre las dos formaciones políticas más importantes del país no es habitual. Este llegar a acuerdos con rapidez y discretamente cuando un alto dirigente de uno de ellos, el presidente Monago, está siendo acribillado por las críticas que hace el otro, no es pan de cada día en una España que se asa sin descanso en la parrilla de la política.

Si el PSOE y el PP han llegado rápidamente y sin traumas a semejante acuerdo, será porque lo consideran necesario y urgente. Y si las nuevas normas se le aplicarán con rapidez inusitada a todos los diputados y senadores y no sólo y con carácter retroactivo al exsenador Monago, es que el fallo, el error, la deficiencia, el descontrol, o como quiera usted llamar a lo que ha ocurrido con los viajes de los parlamentarios durante 35 años, estaba en el sistema, no en el uso que Monago y los demás parlamentarios han hecho de ese sistema.

Así que la polémica, la tormenta de arena, que dice Monago, se ha cebado sobre alguien que, como los demás diputados y senadores, atravesó el desierto normativo, en lugar de que la tormenta abarcase todo el desierto del descontrol legislativo.

La tormenta parece que está amainando, aunque aún hay en el PSOE, que suscribe el pacto del Congreso y del Senado, así como en otros partidos que lo critican, personas que siguen exigiendo la dimisión de Monago por haber hecho algo para lo que el Senado no exigía autorización ni ejercía control: los viajes de los senadores.

Afirma Guillermo Fernández Vara que está harto del ‘caso Monago’, que le asquea esta política, que le parece textualmente “una mierda”, que lo que deben hacer los políticos de Extremadura es tratar de solucionar los problemas reales de los extremeños.

Tiene razón Vara, pero su correligionario y compañero de bancada en el Parlamento de Extremadura Miguel Bernal no debe de haberle oído, o no le hace caso, pues para mostrar su desacuerdo con los datos expuestos en la comparecencia informativa de Monago en Madrid, le ha llamado “mentiroso”, “trilero” y “tahúr del Mississippi”, términos denigrantes incluso para los tahúres del Mississippi. Consulte la tercera acepción. Bernal imita a Alfonso Guerra, que dijo lo mismo de Adolfo Suárez en plena transición a la democracia. Suárez fue un estadista, Guerra un parlamentario notorio y Bernal no se sabe aún qué terminará siendo.

Pero bueno, como dice el dicho: bienaventurados sean mis imitadores, pues de ellos serán mis defectos.
 
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