Unas cuatro horas ha durado la comparecencia del presidente José Antonio Monago, y el consiguiente debate, en la sesión plenaria del Parlamento de Extremadura.
Se ha hablado de los viajes que, cuando era senador, Monago realizó a Canarias. También se ha hablado sobre medidas que refuercen la transparencia de la gestión pública en la administración regional y de propuestas, como la Ley Antisobornos, contra la corrupción. Lo ha hecho Monago. Guillermo Fernández Vara, el líder de la oposición, no ha intervenido, ni siquiera se ha levantado de su escaño, a pesar de que el presidente del Gobierno le ha hecho alusiones personales muy concretas.
Se han dicho muchas cosas, pero es pertinente preguntarse qué se ha avanzado en la clarificación de lo ocurrido y en la puesta en marcha de medidas que garanticen el buen uso del dinero público. Y la respuesta es muy poco, prácticamente nada. En este sentido, el debate, el intercambio de réplicas y contrarréplicas, ha sido decepcionante.
El presidente ha mantenido sus explicaciones, ha insistido en que cuando viajó a Canarias cargando los gastos al Senado fue para realizar tareas de senador, y cuando viajó por asuntos particulares se pagó el viaje de su bolsillo.
Monago se ha llevado hasta el escaño los documentos en los que fundamenta su defensa. Esfuerzo inútil. Ni el PSOE ni tampoco PREX-CREX aceptan revisar esos documentos -IU sí lo había hecho en el despacho de Monago- como si temiesen que su mera contemplación pudiera convencerles de la legalidad de los viajes y, llegados a esa situación, pudieran sentirse obligados a dejar de pedir la dimisión del presidente extremeño.
Así que todo sigue igual que estaba antes del debate. Monago proclama su inocencia; su grupo político no sólo le apoya, sino que le elogia, a pesar de que el PSOE lo achaca todo a una guerra intestina; los socialistas siguen reclamando insistentemente la dimisión del presidente y anuncian una iniciativa parlamentaria para obligarle a someterse a la cuestión de confianza; el PREX-CREX insiste en que debe solicitar la confianza de la Cámara, e IU ni le absuelve ni le condena y deja la solución en manos de los tribunales de Justicia. Para este viaje casi no hacían falta alforjas ni tampoco un debate que ha hecho aflorar más de un resquemor personal.
Pero además de los viajes a Canarias, Monago ha hablado de otras cuestiones como la Ley Antisobornos, el refuerzo de la Ley del Gobierno Abierto, la declaración de todas las cuentas personales y familiares por parte de los miembros del Gobierno y de los diputados, el control del gasto que ocasionan los desplazamientos de los parlamentarios y de otros asuntos.
Sólo uno de ellos parece estar tocado por la varita mágica del interés para la oposición: la puesta en venta de la residencia oficial de los presidentes de la Junta, un inmueble en el que vivieron Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara y en el que no se ha querido instalar José Antonio Monago, que prefiere seguir residiendo en su vivienda particular de Badajoz.
Poca cosa, muy poca cosa, para cuatro horas de debate en el que ha habido más tensiones que aclaraciones. Y no porque Monago no haya respondido a las preguntas de la oposición, sino porque ni el portavoz del PSOE, ni el de PREX-CREX ni tampoco el de IU, bastante más interesados en criticarle que en preguntarle, han profundizado en el asunto que motivó la comparecencia.
