La democracia tiene mucho que ver con las cajas de cartón. No sólo por el hecho de que en muchos estados, y hasta en algún territorio que se quiere convertir en estado, se utilicen urnas electorales de cartón, en vez de usarlas de plástico o de cristal.
El ejercicio de la democracia no consiste en poder votar cada cuatro años, sino en poder elegir. Por eso hablamos de elecciones y no de votaciones. La elección conlleva posibilidad de cambio. El cambio significa mudanza y pocos objetos simbolizan mejor una mudanza que una caja de cartón.
En los despachos de la Administración autonómica extremeña se ven estos días muchas cajas de cartón. En ellas se van depositando documentos y objetos personales que, durante toda una legislatura, han personalizado el ámbito de trabajo de políticos y de técnicos que han ocupado cargos de responsabilidad en la Administración presidida por José Antonio Monago.
Entre las cosas que se depositan en las cajas de cartón no puede faltar una pregunta: ¿por qué?
En tan sólo dos palabras se resumen otras muchas interrogantes para las que cada persona -sea amiga, adversaria o paseante en cortes-, tiene sus propias respuestas. ¿Por qué ha perdido el PP las elecciones en Extremadura? ¿Qué han hecho mal Monago y su Gobierno? ¿Qué han hecho bien el PSOE y los partidos que han ganado terreno en los comicios del 24 de mayo? ¿Cómo se puede producir en el electorado un cambio de opinión tan drástico en cuatro años, entre mayo del 2011 y mayo del 2015?
Las urnas aún no habían acabado de alumbrar papeletas y ya se les estaba haciendo la autopsia. La vivisección de los resultados electorales no sólo no ha concluido, sino que aumentará. Tanto en Extremadura como en el resto de España.
Es normal, es lógico y es plausible que así sea. Ocurre lo mismo cuando se estrella un avión: hay que buscar la causa, el fallo.
Con las elecciones es más difícil. Y no por falta de cajas negras que registren lo ocurrido, sino porque no existe un protocolo sobre la correcta actuación electoral: cuántos mítines hay que dar, dónde, con qué música, con grandes actos o mediante encuentros personales…
Es difícil analizar de forma fría y con criterios científicos todo lo ocurrido, pero no es imposible y resulta muy necesario. Lo es incluso cuando se gana, pero sobre todo cuando se pierde.
Mas lo que hay que analizar no es la derrota, sino la victoria. No hay que perder el tiempo buscando el motivo de la caída, la forma en la que un ataque generalizado contra Mariano Rajoy, casi tan devastador como el que sufrió Zapatero, se ha convertido en una epidemia que se ha cebado en el PP y en alcaldes y presidentes que, tan solo cuatro años antes, habían conseguido muy bueno resultados electorales. Hay que averiguar la razón por la que algunas personas han resistido o, incluso, se han mostrado inmunes a la debacle.
Los motivos de la derrota regional hay que buscarlos en la victoria en pueblos como Almendralejo (Unión Europea), en los que el PP, que ya tenía mayoría absoluta, y no sólo la ha revalidado, sino que ha conseguido un concejal más, pasando de 12 a 13, mientras que el PSOE mantiene sus ocho ediles. Ambos partidos pierden votos (891 y 1.400, respectivamente), pero también la afluencia a las urnas ha sido menor, pasando la abstención del 29,1%, en el 2007, al 33,2% en el 2015.
¿Qué tiene el alcalde de Almendralejo que no tengan el de Mérida o el de Badajoz? ¿Qué ha hecho su corporación que no hicieran otras corporaciones presididas por alcaldes populares? ¿Cómo se relaciona el alcalde José García Lobato con sus ciudadanos? ¿Qué piensan de él los almendralejenses?
En definitiva, el PP debería buscar las razones por las que avanza en Almendralejo, donde no hay cajas de cartón en los despachos, salvo en el de IU, y aplicarlas en aquellos municipios en los que retrocede.
Pero al hacerlo correrá un riesgo. Lo malo de hallar la medicina contra el padecimiento que te aflige es que se suele caer en la tentación de actuar como don Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, tirando por el camino fácil y en vez de tomarse el jarabe se acostumbra a fichar al boticario.