A QUIEN LE COMPETA QUE LO LEA ENTERO
Doctor, no nos representa
 | | 8 de Julio | 13:25
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En prácticamente todos los ámbitos de la vida la mano del hombre está ahí, presente, poniendo y quitando, moviendo los hilos, decidiendo a su antojo y sin pensar en los resultados de las decisiones que puedan tomar. Hay manos rectas, bienhechoras, que saben lo que tienen que hacer, el modo en que hacerlo, sopesan los pros y contras, en definitiva, son manos sabias que siempre aciertan; por su parte, hay manos antojadizas, que según sus dueños se levanten así funcionan, nada empáticas, no tienen en cuenta al otro, no saben trabajar, no saben crear, cada vez que tocan algo de un modo u otro lo destruyen. La mano del hombre por desgracia es la que lo fastidia todo.
Hemos asistido a mil y un cruces de dimes y diretes, a tú haces y yo no, a yo haría mejor, a no sabes, a no piensas, a…, para que seguir si seguro están al día, pues en todo ello ¿quién interviene? La mano del hombre.
Hay cosas en la vida en las que todas las manos deberían ir a una, es complicado, sí, prácticamente imposible, sí, y en lo que la política toca más aún, pero dentro de la política hay ámbitos y ámbitos y ahora viene el kit de la cuestión, la sanidad, ésa que antes unos criticaban tanto, veremos a ver si tienen ahora las narices de hacerlo, según ellos mejor.
Esta semana era protagonista, por desgracia, de una de esas cosas en las que no quería haberme visto mezclada por algo muy sencillo, porque no lo merecemos. Una acude al especialista a recoger los resultados de unas pruebas, partiendo de la base que llevamos casi un año tras esas pruebas y los consiguientes resultados, después de haber reclamado porque la situación así lo requería, haber sido tratada con respeto, educación, atentamente y con eficacia, todo lo que en este campo se puede ser de eficaz, llega el día de los resultados, previo hasta cinco cambios entre unas cosas y otras de fechas, y el médico se presenta una hora tarde, somos humanos y puede pasar, vale; con un humor de perros el doctor intenta encender el ordenador y ya sabemos lo que les pasa a estas máquinas cuando le das cuarenta órdenes seguidas, que se bloquean, como las personas, lógico; empieza a hacer preguntar sin sentido, en un tono de despotismo y mala educación absoluto, no voy a entrar en ciertas cuestiones escatológicas que no venían a cuento.
Entre tres personas intentan solucionar el problema del ordenador, que como muy bien indicó una de ellas, solamente había que dejar el aparato un momento, que se reiniciará y así acceder a los datos del paciente; ahhh!! El paciente, durante quince minutos subida a la camilla esperando a que el doctor dejara las risas y las tonterías. Que si suba la pierna, que si mueva el brazo, que si ¡quítese eso! Eso eran los zapatos,…
Después de algo sin sentido concluye en que…no puedo perder el tiempo con vosotras. Mi pregunta fue que si no se podían ver los resultados por su ordenador habría alguna alternativa, algún ordenador central en planta, el de algún compañero con su clave, el de la auxiliar, incluso marchar y volver en un rato. Pues no, las manos de tan insigne especialistas eras de esas antojadizas que he mencionado más arriba y no estaban por la labor de tocar otro teclado que no fuera el suyo, a ver si se le iba a pegar algo, bueno, visto lo visto poco le importaría porque los útiles que usó no los limpió, error, les dio una pasada en la sábana que había sobre la camilla, ¡Listo!
Ya en la puerta, continuó diciendo que buscásemos a quien quisiera leernos los resultados porque él, de nuevo, no iba a perder el tiempo; se puso técnico, creía que no nos estábamos enterando de lo que nos decía, y con la palabrería se creció, hasta tal punto que la cara de las cuatro mujer que allí estábamos era un poema, dos de ellas salimos de la consulta llorando y mis últimas palabras a ese señor, las últimas porque no nos vuelve a poner una mano encima, fueron: si usted nos hubiera tratado con respeto y nos hubiera explicado las cosas no tendría que haber ocurrido esto. ¿El final? Un portazo por su parte, unas lágrimas que no nos merecíamos por la nuestra.
¿Y en qué se resume todo esto? En política. Y se preguntarán por qué. Muy sencillo, en el transcurro de la conversación, perdón, monólogo porque no dejaba que abriésemos la boca, entre tecnicismo y tecnicismo, se pensaba que no entendíamos ni papa de lo que decía, error por su parte porque hay personas que sí sabemos lo que hablaba, dejó caer la clave de todo: en vez de tanto escribir y tanto hablar lo que tiene que hacer es manifestarse, ma-ni-fes-tar-se. Imaginen mi cara, ¿manifestarse? A ver si se cree este señor que todos, digo todos, no queremos que la sanidad marche, to- dos (en su mismo tono)
Todo se resume en eso, en que el señor quería convertir en política los resultados de unas pruebas de una señora que lleva más de un año con dolores. ¿Quién va a querer más que el enfermo que las cosas marchen? Todos lo queremos, hasta el político de mayor rango, son personas y lo sufren, ellos, sus familiares y sus amigos, pero por desgracia llevamos unos años que cierto sector se ha encargado de alimentar el odio hacia otro sector, de echar las brasitas oportunas y manejarlos cual marionetas. Pues lo siento, pero a mí no me majen, sé como funcionan esto y soy consiente de que las cosas no van a ir al ritmo que cada uno quiera, como a la carta. Gracias a que sí hay profesionales eficaces, eficientes y trabajadores, y lo mejor de todo empáticos, que piensan en el paciente y que no lo usan como saco de boxeo ante sus frustraciones. No nos lo merecemos, pero ni los pacientes, ni los políticos ni los buenos trabajadores.
¿Ven como cuando la mano antojadiza del hombre está en el medio fastidia todo? Esperemos que esos que tanto han criticado, que tanto se han llenado la boca de la, según ellos, deficiente sanidad, hagan algo, sí, presidente, ahora ya lo es, usted es del gremio y le toca más de cerca, espero que su empatía esté a flor de piel más que de aquí para atrás. Nadie, nadie se merece un trato así, somos personas y eso es lo primero.
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