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SOPA DE CONCIENCIA

Refugiados nacionales

13 de Septiembre | 18:33
Refugiados nacionales
Desde que comenzó el gran éxodo del pueblo sirio hacia Europa se han sucedido diversos debates sobre el reparto de los refugiados y las medidas que habría que adoptar para acogerles adecuadamente. Nos referimos al conjunto de infraestructuras utilizadas para darles cobijo, la adaptación de los bancos de alimentos para mantenerles, las dotaciones médicas para ofrecerles asistencia sanitaria y los futuros mecanismos de regularización y absorción de esta población en el funcionamiento de cada país.

    La maquinaria europea, arrastrada por la locomotora de Alemania / Bruselas, ha propuesto medidas de reparto, fechas de entrada a los países de acogida y fórmulas para transformar este aumento demográfico en nuevas fuentes de ingresos una vez regularizados. Como siempre ocurre, el exilio forzado de los sirios necesitó una escena impactante y mediática de desgracia para que el mundo occidental tomara conciencia por unas horas de la penuria y las consecuencias de una guerra entre civiles, un pequeño ahogado a la orilla de la playa.

    No han tardado en aparecer detractores de la absorción de los refugiados, señalando la incapacidad de las instituciones y organizaciones de llevar a cabo la acogida sin dañar aun más la precariedad de los sistemas de ayuda a los más desfavorecidos. Es aquí donde comienzan a emerger argumentos xenofóbicos mezclados de forma irracional con sentimientos nacionales no utilizados para amparar a los miles de indigentes nacionales que viven en la calle. No podemos pretender hablar de solidaridad y pensar que no tiene un coste (material y temporal). Ya se han hecho oír voces ultraconservadoras que abogan por la absorción de los refugiados y rechazan darles prestaciones básicas como sanidad, empleo y educación al calificar de insostenible el gasto.

    El verdadero problema no reside en la absorción de los refugiados, sino en la falta de un plan integral que contemple la inserción laboral del nuevo colectivo, la tributación fiscal de este y, por supuesto, la prestación de servicios básicos como a cualquier contribuyente. El esfuerzo en el que se apoya el ejercicio solidario de las naciones de acogida consiste precisamente en realizar una inversión que no será amortizada a medio plazo, hecho que rechazan muchos, olvidando que los españoles fuimos a principios del XX los refugiados que huían de la guerra buscando oportunidades en Centroeuropa.

    Ahora parece que quieren enfrentar el 4º mundo (los núcleos de pobreza nacional moderada y extrema, olvidados por los presupuestos anuales) y los refugiados que huyen del conflicto bélico. Una estrategia de demagogia barata que intenta polarizar a la población con el objetivo de dividir la opinión pública en relación a medidas de urgencia. El sobreesfuerzo que llevan haciendo organizaciones solidarias desde 2008 no se ha visto reforzado de forma continua por planes de inversión para el desarrollo de zonas deprimidas económicamente, lo que ha supuesto solo un lavado de cara de la situación precaria durante la precampaña electoral. Ahora, la crisis humanitaria por la que pasa Europa ante de la duda inicial de acoger a los refugiados se ve intensificada por la reclamación de ayudas para paliar la situación de los parados de larga duración, las personas dependientes sin ayudas y la tardía inserción laboral de los jóvenes.

    El modelo de crecimiento exponencial que pretenden las grandes empresas, lejos de ser una posibilidad, se ha convertido en el principal enemigo del proyecto comunitario del Estado de Bienestar. La pretensión de convertir a los refugiados y a los más desfavorecidos en un arma arrojadiza entre partidos políticos, pone de relieve el poco calado que desgraciadamente tiene esta problemática que cuesta vidas entre las preocupaciones más presentes. El acelerado consumo de información hace que cualquier noticia caduque y se olvide en pocas horas, por lo que, por escandaloso y avergonzante que resulte en las redes sociales y en los medios de comunicación una noticia; por más que se comparta y se hable del tema, no tendrá como respuesta un cambio de hecho si no se procuran propuestas desde las urnas y medidas desde el parlamento.

    No olvidemos, mientras llegan los acuerdos de reparto de los refugiados, procurar asilo a los cientos de indigentes que llenan las sucursales bancarias y las bóvedas de los puentes por las noches en las grandes ciudades. El aumento demográfico es una realidad prevista que debe ser gestionada para evitar la segregación social y la creación de contenedores de pobres en zonas de nadie (lindes de ferrocarril, aledaños de cementerios, periferia de polígonos industriales o descampados que están lejos de los centros comerciales). La caridad, como decía Eduardo Galeano, es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.

    La convivencia del tradicional del bipartidismo y las nuevas fuerzas políticas ha de ser capaz de llegar a acuerdos que generen crecimiento sostenible, pero también que garanticen sobre el papel unos mínimos dignos para todos los ciudadanos: adecuar el salario mínimo interprofesional al pago de los suministros indispensables y la alimentación, garantizar la inversión necesaria en servicios sanitarios y educación, y mantener la inversión (que no gasto) en I+D+i para ser competitivos en el mercado. La xenofobia en tiempos de escasez convierte al extranjero en enemigo, no percatándose que el verdadero enemigo es la necesidad.


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