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Opinión-Editorial
SIN PROPÓSITO DE ENMIENDA

El 'Toro de la Vega': tradiciones que no merecen pervivir

16 de Septiembre | 10:45
El 'Toro de la Vega':  tradiciones que no merecen pervivir
Esta semana en Tordesillas ha vuelto a tener lugar una “celebración” consistente en perseguir a un toro bravo por el campo y acabar con su vida con picos y lanzas. Las imágenes de la turba animal de parroquianos de este pueblo vallisoletano y del pobre cuadrúpedo ensangrentado hasta caer muerto entre las risas y muecas de desprecio de la gente del lugar escandalizan de tal modo que incluso muchísimos defensores de las corridas de toros rechazan este evento. No entraré aquí en consideraciones de grave incoherencia por parte de estos taurinos, pero lo cierto es que el salvajismo que se despliega en el llamado Toro de la Vega es tal, la violencia, el orgasmo de sangre y el desprecio por un noble animal está tan concentrado, tan visible, que es comprensible que incluso un torero se asqueé ante esta tradición.

    Las tradiciones son muy importantes y se deben preservar a toda costa...Nos dicen los escasos defensores del Toro de la Vega. ¡Enorme falacia! Algunas sociedades mutilan a sus mujeres mediante la ablación del clítoris, algunas tribus aisladas practicaron hasta hace poco el canibalismo y en ciertas culturas el incesto estaba consentido. Pero, pese a la antigüedad o arraigo de estas “tradiciones”, no dudamos un segundo en condenar la ablación, el canibalismo o el incesto. Una tradición, si es bárbara, cruel, inhumana o infame simplemente no merece la pena conservarla. El toro de la Vega nace en la Baja Edad Media y del mismo modo que ya no tiramos los excrementos por la ventana, no celebramos torneos ni admitimos el vasallaje – tradiciones tan del medievo como la fiesta de Tordesillas – esta salvajada está llamada a desaparecer; y desaparecerá, más pronto que tarde.

    Y los habitantes del lugar lo saben, por eso junto a la masacre del animal no dudan en agredir y vejar a los periodistas que acuden a dar fe del evento, porque son conscientes de que su fiesta  puede durar mientras se realice a espaldas de la civilización, sin miradas ni presencias ajenas al lugar.Saben, en fin, que el crimen requiere la ausencia de testigos y la prensa, las cámaras y los  reporteros gritan al mundo su barbarie.

    Esperemos que este año Rompesuelas haya sido el último toro en ser alanceado y que el respeto a los animales – que también forma parte de la tradición, de la buena tradición, del ser humano (y creciente desde el siglo XVIII) – se imponga finalmente en cada rincón y en cada plaza.

    Sirva en todo caso este artículo para situarme junto a todos los extremeños que esta semana han denunciado el toro de la Vega y también para agradecerle a la directora del medio y al propio Correo de Extremadura que cuenten conmigo, cobijando mi opinión, a veces terca y casi siempre sin propósito de enmienda. Sobre el nom de guerre hablaremos la próxima semana, porque hoy tocaba decir ¡basta!¡no más toro de la Vega!


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