No llego a entender el porqué de esta necesidad estrepitosa de dar todo a conocer, hagamos lo que hagamos, en el momento que sea, con quien sea y donde sea, todo tiene que salir a la luz con más o menos importancia, con mayor o menos acierto. No hay quien se salve de este mundo en el que nos hemos metido solitos, en cierta manera, porque el caldo de cultivo ha sido el propicio para entrar los primeros y para salir...vamos, para no salir.
En esta moda tan de moda en la que nos hayamos inmersos han caído muchos, entre ellos nuestros políticos. En más de una ocasión han leído mis referencias a las redes sociales, a las web´s que con motivo de las elecciones se activan y echan humo, a todo lo que a través de un teclado pueda hacerse. Pues bien, no tengo claro si es que los resultados no fueron los oportunos (vamos que no) y temen lo que pueda pasar que ahora han caído en otra cosa, algo más popular, algo que todos usamos, de lo que todos sabemos: ¡la tele! ¡El cotilleo! ¡Lo rosa! (nunca mejor dicho)
La diva de las mañanas de Telecinco, la estrella del corazón (puntualicemos) ha irrumpido en las vidas de nuestros primeros espadas de este ruedo tan particular que es la política. Ella, cual alguacilillo con sus llaves, abre las vidas de los políticos, de esos que una y otra vez tachamos de cerrados. Pues nada, siéntense que AR ya está aquí para solucionarlo.
Sin duda, para la cadena es un proyecto ambicioso y con resultados positivos, juegan sobre seguro, con una audiencia fija cada mañana (la tele encendida y pocos frente a ella, solo de fondo, acompañando pero esa audiencia computa), fieles a una presentadora y unos colaboradores, acostumbrados a un formato, por lo que la incrusión de una sección como ésta no causa un gran impacto, ayuda a popularizar a algunos de los políticos, a seguir aumentando el ego de otros y, por desgracia, produce en todo el efecto contrario en otros, haciendo ver que están a otro nivel, flaco favor hacen.
Dio la sensación de que Ana Rosa Quintana disfrutó con sus acompañantes, supongo que como en todo en la vida, más con unos que con otros. Hizo deporte, desayunó (algo criticado, qué pasa que todos en sus casas toman caviar a primera hora, de esos que tantas pegas le han puesto al salmorejo y al jamón me gustaría ver qué toman), paseó, les acompañó al trabajo, tomó unas cañas, comió con los amigos, se desplazó en moto, lanzó algunas canastas, en definitiva, vivió con ellos, con quienes son nuestros representantes, con quienes trabajan para nosotros, esos que no están tan, tan en otro escalafón.
Pero sigo sin dar respuesta a la pregunta con la que empezaba estas letras: ¿por qué hay que dar a conocer todo? Sinceramente poco o nada nos tiene que importar eso, ¿qué supone para nosotros el café, el paseo, los deportes o lo amigos? El día a día en el que vivimos estamos hiperinformados, parece que nos falta algo cuando no tenemos esa noticia a la que estamos acostumbrados, perdón, rectifico, ese cotilleo al que nos han acostumbrado. Somos cotillas por naturaleza, yo la primera, pero esa “necesidad” sale de toda norma.
¿Por qué ha hecho esto la cadena? Audiencia, lícito, es una empresa y como tal sus resultados económicos son lo que les mueve. Pero la moto que nos venden es otra, el interés por el ciudadano, ¿qué me cuentan? No nos demuestran ese interés por ver que hacen una vida como la de todos, algo lógico puesto que son personas, el interés se muestra de otra manera, como se suele decir: el movimiento se demuestra andando. Eso es, caminemos unidos, no demos una imagen de mira yo soy más sencillo, más normal o más cercano, no; den la imagen de mira mi forma de trabajar, mi forma de hacer y mi forma de resolver.
¿De qué nos sirve lo que ha hecho Ana Rosa?
