No tener enmienda posible

La semana pasada el Correo Extremadura me incluía entre sus colaboradores semanales mediante esta columna digital que lleva por título “Sin propósito de enmienda”. Desde aquí mi agradecimiento.

Sin propósito de enmienda. No fue mi primera idea, pues durante unos minutos estuve divagando sobre las múltiples posibilidades que se contienen en un verso de Gerard de Nerval que también da título a un poema de Jaime Gil de Biedma: “Príncipe de Aquitania, en su torre abolida...” Pensad en Cáceres, con sus torres desmochadas –aquel golpe de gracia al orgullo de los nobles cacereños, tan levantiscos, que vieron como Isabel de Castilla mandaba cercenar las torres de sus casas señoriales – pensad en mi ciudad y su aire de nostalgia, de sabor a tierra, en la infinita soledad que se siente al caminar a ciertas horas por los barrios antiguos...

Pero la columna no se pretende ni depósito de nostalgias ni empeños melancólicos. De ahí la segunda idea: el carecer de enmienda posible. Y ello porque pertenecer a tantas minorías imprime carácter. Así, en un mundo de diestros opté por ser zurdo (un 10% dicen que somos); mi orientación sexual, gay, impacta en un universo de heteros (somos un poco menos del 10%, también dicen) y a pesar de la insistencia de mi madre porque me afiliase a un partido serio y responsable, me hice comunista (que en sus mejores momentos alcanzó ¡sí! el 10%)... Añadid aficionado a la música clásica y sobre todo la ópera y el jazz, a la lectura, licenciado en Historia (las Humanidades, por las que apenas concurre... el 10% de los universitarios)... Vaya, también pude llamar a la columna “un 10% de (sin)razón”. En todo caso, al transitar por tantas minorías la conclusión no puede ser más que una: esa persona no tiene enmienda posible. Carne de condenación, dirían nuestros abuelos.

En todo caso y realizada esta presentación, espero que ustedes puedan disfrutar (estén o no de acuerdo con las posturas defendidas) de su lectura y procuraremos seguir el dictado más puramente Ilustrado: hablar con claridad, sin rehuir polémicas y afirmando siempre la necesaria e imprescindible libertad personal, en resumen, escribir libremente et studio (con información y datos ciertos).