Hace unos días, paseando y conversando con un amigo – la amistad requiere siempre de una cierta actitud peripatética - surgió la cuestión de las librerías y espacios culturales que en Cáceres vienen cerrando desde que estalló la crisis. La cultura en Cáceres agoniza. Quedan el Gran Teatro, con pocas funciones y, resistiendo numantinamente el vendaval, el Ateneo de la ciudad con una programación de primer orden y cero ayudas institucionales. Alguna sala de exposición completan el recorrido. Triste, corto y desértico recorrido.
“No debe extrañarnos que Cáceres fracasase en la competición por ser Capital Europea de la Cultura y ganase en la de ser Capital Gastronómica de España. Cáceres solo sabe tragar”, apuntó mi amigo. Cierto. Comemos y bebemos como vikingos – al menos, como los vikingos de Kirk Douglas – pero en creación cultural no destacamos.
No siempre fue así. Hubo un tiempo donde en la ciudad abundaban iniciativas culturales, redes de teatro, club de cine, de música, agrupaciones, tertulias... Poco a poco empezó a morir, lentamente, en un prolongado bostezo... Las autoridades locales creyeron que la única cultura que merecía la pena era la de los grandes fastos – puntuales y en los que no germina nada -. Preferible darlo todo en una corrida de toros o un concierto en el Ferial antes que mimar una cultura ciudadana, de base, plural y destinada a todos.
Las palabras más bellas dichas sobre qué es la cultura las pronunció
Antonio Machado en 1937, en Valencia, dirigiéndose a los milicianos. Machado, tomando como base su “Juan de Mairena”, decía así:
“La cultura vista desde fuera, como la ven quienes nunca contribuyeron a crearla, puede aparecer como un caudal en numerario o mercancías, el cual, repartido entre muchos, entre los más, no es suficiente para enriquecer a nadie. La difusión de la cultura sería, para los que así piensan –si esto es pensar–, un despilfarro o dilapidación de la cultura, realmente lamentable.
Pero nosotros, que vemos la cultura desde dentro, quiero decir desde el hombre mismo, no pensamos ni en el caudal, ni el tesoro, ni el despósito de la cultura, como en fondos o existencias que puedan acapararse, por un lado, o, por otro, repartirse a voleo, mucho menos que puedan ser entrados a saco por las turbas. Para nosotros, defender y difundir la cultura es una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de conciencia vigilante. ¿Cómo? Despertando al dormido. Y mientras mayor sea el número de despiertos...”
Se entiende así la prolongada labor que nuestros gobiernos municipales han venido realizando para desterrar toda ansia de cultura ciudadana, independiente y crítica en la ciudad. No interesan los despiertos.
Y así van cerrando librerías, tertulias, agrupaciones... Somos una ciudad que traga y bosteza y con la Alcaldesa esa ciudad va a más.