Aunque haya a quien le parezca extraño lo que voy a contar, las letras que aquí voy a plasmar, es la pura realidad, es lo que siento ante algo por lo que he luchado, como en su día lo hicimos todos los compañeros de la facultad, y como lo hemos seguido haciendo. Me duele todo lo que ha conllevado el famoso cubo, solo le falta hablar al pobre, lo tienen que conocer hasta en China. Supongo que para muchos lo extraño es que me duelan un montón de piedras. Pues sí, duele y mucho.
No son un montón de piedras, no es solo eso, es lo que ese cubo ha supuesto, y sigue haciéndolo, para todos, porque no solo hemos sido los beneficiados los que ahí hemos estudiado, no; Badajoz, sí, la ciudad entera, ha sido la verdadera ganadora con esas instalaciones.
Por degracia todo se resume al cubo, escucho la palabra y tiemblo, aquello es más que esa esquina a la que tanto bombo le han dado cuatro y luego se han quitado de en medio para que no les salpicara. Pero el poder de convicción de esos ha sido tan fuerte que hasta algunos ven cubos donde no los hay.
Esos cuatro se creen los amos y señores de todo lo que tenga cierta historia en la ciudad, ciudad que hay que recordarle no tiene título de propiedad, que yo sepa. Y de esos me duelen también sus palabras, hubo quien en su día dijo la frase de este proceso: los estudiante no habíamos hecho nada por el recinto, no éramos artífices de nada, sin nosotros ese lugar estaría como hoy está. ¿Cómo? ¿Qué? ¿En qué ciudad viven? Qué forma de despreciar lo que año tras año niños con toda la ilusión del mundo, llegaban allí arriba, con miedo, sí, con miedo, y gracias a los demás alumnos ese miedo se tornó en felicidad y libertad. Que me diga a mí el artífice de esas palabras si antes de que el cubo estuviera allí la libertad para los badajocenses existía en la zona.
Por desgracia, y tras la lucha incansable de muchos (instituciones y particulares) que han permanecido “atados ” al cubo a riesgo de que la ley se les echara encima, por desgracia la fecha ya está ahí, el 16 de junio de 2016 comenzará el proceso tan temido y odiado por muchos, y tan deseado y esperado por otros.
No solo los perjudicados van a ser los estudiantes que allí se encuentren esos días, los que a veces me parece están más preocupados por no ensuciarse que por lo que todo conlleva (disculpadme pero desde el exterior da esa sensación) Los perjudicados vamos a ser todos, la ciudad, porque quién nos dice qué es lo que va a pasar, quién nos dice que al final esas intalaciones tengan que ser abandonadas, quién nos puede dar respuesta a tantas cosas.
Todo esto me llevaba a la pregunta del título: ¿qué se derriba? No es el cubo, no es un edificio que dicen no “pega”, no es un incumplimiento; se derriba mucho más, todo lo que cada uno de nosotros hemos aportado, nuestro granito de arena, las caminatas que nos hemos dado, los miedos que hemos pasado. Con la demolición se tiran por la borda un conjunto de sentimientos y sensaciones de los que solamente tenemos derecho a hablar quienes lo hemos experimentado, solo nosotros, porque desde la barrera los toros se ven de maravilla, pero nosotros, las promociones pasadas, somos los que hemos pisado el ruedo pero, sobre todo, los conejillos de indias que fueron en su día los estudiantes, ellos son lo que sí tienen derecho a hablar, con ellos se “practicó”, con nosotros se ha ido practicando y ¿quién nos ha escuchado?
Poco más nos queda por hacer, yo seguiré dando la lata, y sé que muchos de los que me rodean también lo harán, no he pasado mis mejores momentos entre esas cuatro paredes para tirarlo por la borda, para derribarlo, porque ¿qué es lo que en verdad se está derribando?