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SOPA DE CONCIENCIA

La confusión del odio: islamofobia

15 de Noviembre | 16:31
La confusión del odio: islamofobia
La vorágine que ha causado el atentado terrorista en París ha prendido de nuevo la mecha del odio al mundo islámico, un ejemplo más de la argumentación irracional de mentes estrechas que aprovechan la desgracia para justificar generalizaciones peligrosas. Hacer responsable a una comunidad, formada por millones de personas que comparten el mismo credo, de los actos terroristas de una cédula de radicales religiosos, es un razonamiento absurdo que lo único que consigue es acrecentar la violencia en las calles. El odio no necesita motivos, pero si los tiene, consigue magnificas ocasiones para hacerse propaganda.

En la década de los 70, cuando España instauró la Enseñanza General Básica obligatoria hasta los 14 años y se supervisó la inserción de los menores a las escuelas, las voces xenófobas de la época no tardaron en denunciar el peligro de robo y de violencia que suponía la inclusión de niños de etnia gitana en las aulas. Durante la etapa más violenta de ETA, de 1980 hasta su disolución, fueron muchos los que quisieron identificar a la totalidad del pueblo vasco con el grupo terrorista. Actualmente, con ocasión de los acontecimientos secesionistas de Cataluña, también se han alzado los detractores radicales de la independencia y alegremente han descalificado a todos los catalanes. Por desgracia, hoy Europa está de luto y la alerta antiterrorista se eleva a niveles máximos en Francia. Sin embargo, este atroz suceso no justifica el juicio universal que muchos hacen a los musulmanes en general.

La equiparación de ISIS (Estado Islámico) con los millones de creyentes musulmanes que conviven y trabajan pacíficamente en países no islámicos es absurda. Las redes sociales, incendiadas por la intolerancia religiosa y el odio descontrolado que desea hacer pagar a justos por pecadores, se hace eco una vez más de la sinrazón de la venganza. Por otra parte, el morbo sensacionalista que se alimenta del escándalo y del conflicto le hace un flaco favor a la paz mundial, enfrentando en los medios internacionales a naciones enteras y exponiéndolas a nuevos conflictos armados. La confusión del terrorismo y el islam es otra perla cultivada que tristemente algunos partidos políticos están utilizando como herramienta de campaña para deteriorar la imagen de sus rivales, tergiversando las declaraciones de sus oponentes.

El problema es complejo y supone la dieta ideal de engorde para la xenofobia y la intolerancia religiosa latente en parte de la población. Hoy declaran que el enemigo es el Islam, cuando el enemigo siempre es el mismo, la ceguera del terror embozada de motivos políticos, económicos, territoriales, etc. El fanatismo como tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, presente en diversas actividades humanas como el deporte, la música o la religión, es el verdadero problema que genera grupos violentos y armados. Las guerras ideológicas, la mayor parte de las veces camuflando intentos de colonización, suponen una grave amenaza entre los bloques de naciones y sus aliados debido al número de países que se ven involucrados llegados al conflicto. No cabe duda de que la ignorancia es atrevida y que el odio tiene rápida germinación entre aquellos que no buscan la verdad, sino un motivo (aunque sea aparente) para la confrontación.

La campaña #noenminombre, de la que participa una ingente cantidad de población musulmana, demuestra el respecto de la comunidad islámica por las víctimas de los atentados, condenándolos y no identificándose con la causa yihadista. La arenga que muchos están llevando a cabo en plataformas sociales en contra de la población musulmana que vive en Europa supone la apología de la violencia y de la xenofobia, esencialmente el principal motivo utilizado por los radicales violentos. Además, incluso sin pruebas fehacientes, algunos intentarán generalizar la entrada de terroristas musulmanes a Europa con el éxodo masivo de refugiados sirios, que precisamente huyen de la muerte en sus calles.

Decía Jacinto Benavente que “más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”. Sin embargo, el hecho de que un grupo de personas comparta una característica no los hace iguales, ni en condición ni en actos. Una herramienta no es buena ni mala, porque carece de intenciones, es quien la usa el que la convierte en un utensilio o en un arma. Quizás para ser francos, deberíamos solidarizarnos con cualquier atentado, suceda en Líbano, en París o en Nueva York; porque todas las vidas tienen el mismo valor, cuanto más si son civiles e inocentes. Seamos tolerantes y combatamos al terrorismo, no generalicemos. No a la islamofobia.


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