Ayer asistimos a la escenificación de la unión, todos unidos por un porqué, con un objetivo común, todos por un frente; nunca un conjunto de piedras ha tenido tantos seguidores y detractores a partes iguales, parece mentira pero nuestro cubo, El Cubo, con mayúsculas, sí. Hay quienes siguen preguntando qué valor puede tener “eso”, pues alguno tendrá cuando tanto se habla de él, pobrecito mío lo que le tendría que doler la cabeza, si tuviera, claro.
Fueron muchas las personas que se congregaron a las puertas de la Facultad de Ciencias de la Documentación y la Comunicación entorno al cubo, respondiendo a la llamada del Consejo de Alumnos para buscar una solución, la manera de que afecte su derribo lo menos posible a quienes son los verdaderos damnificados, personal docente y no docente, estudiantes, en definitiva, quienes allí pasan más horas que en sus propias casas, por experiencia, he llegado a pasar más de 12 horas allí metida.
Hace ya unos años la Plaza Alta era testigo de otra concentración, una tarde en la que familias enteras subieron para luchar por la facultad, por el Casco Antiguo, por la ciudad. Por aquel entonces el slogan era otro: “No al derribo del cubo”, rezaba en las chapas que todos lucíamos en las solapas. En aquella época recuerdo repartir panfletos, dar charlas, recoger firmas, alumnos involucrados que no íbamos a permitir la muerte del lugar, porque ¿qué creen que pasará si todo desaparece de allí? ¡Qué pena lo que muchos hemos vivido hasta llegar a tener lo que hoy tenemos!
Porque lo he vivido, porque fui activa en su momento, a veces entiendo y otras no el camino que están tomando hoy en día. Sé que la sentencia es firme, sé que la Justicia ha hablado y poco más se puede hacer por “No al derribo del cubo”, ¿pero se está haciendo todo lo posible? ¿Todas las partes están haciendo lo posible? ¿Cuándo se sientan a hablar?
Una y otra vez lo he discutido, una y otra vez lo he hablado y sé que llego a cansar, ¡qué cansina soy! Pero los que hemos estudiado ahí y seguimos vinculados de alguna manera a la facultad, solo nosotros conocemos la valía del lugar, lo que supone estar ahí, la cercanía, la comodidad, la alegría, el descanso,… Son tantos los aspectos que encierra...
Y volviendo a la concentración de ayer, las opiniones estaban encontradas, desde los de “lo mismo me da que me da lo mismo” hasta los más implicados, por suerte su mayoría, aunque el gran sentimiento que planeaba en el encuentro era el anhelo al lugar, las vivencias y todo lo que se ha conseguido gracias a esas instalaciones.
¿Todavía no hay quien lo vea? Pues unas gafas bien graduadas para más de uno sería necesarias porque ¿qué sería del lugar sin la facultad? Y más cuestiones que les traslado: ¿subían allí antes de trasladar la facultad? ¿Volvería a subir si se abandonara? ¿Qué pasaría con quienes compraron sus casas atraídos por las mejoras? La pregunta del millón ¿qué pasaría?
Sigo persiguiendo la máxima que en su día nos planteamos, que no se derribase, aunque ya poco se puede por esto, pero persigo algo que muchos hacen, que podamos seguir disfrutando de un entorno tan fascinante y que encierra tanta historia y secretos. Luchemos por quedarnos, luchemos por el entorno, luchemos por la vida, luchemos por Badajoz.