A mí nunca me sucede una cosita sola, o quizás no le doy ninguna importancia hasta que me ocurren veinte a la vez. ¿Le ocurre esto a todo el mundo?
La puerta de la entrada de la casa se queda bloqueada. No hay forma de abrirla. Llamas al seguro y, como eres buena persona y formal, honesta donde las haya, en lugar de hacer denuncias falsas o contarle cualquier milonga a la aseguradora, le dices que la puerta no se abr,e que cerré en lugar de abrir y se ha bloqueado, y te sueltan que, aunque pagas un pastón por el seguro del hogar, tu puerta ¡es que es último modelo con blindaje especial! y nada más que el cambio de cerradura te cuesta otro pastizal.
Así que, mamá Mcgiver, se remanga y destornilla todas las tuercas y tornillos que encuentra a su paso ¡y todo para nada! Para eso ya existen unos magníficos profesionales que traen un super-trompo e incluso si es necesaria una buena ROTAFLEX, que destroza tu puerta de maravilla, para tu asombro, si fuera necesario.
Antes de acudir al susodicho profesional, decides hacerte una tila en tu microondas, por aquello de – siéntate Ana y piensa si puedes pagar ahora mismo una reparación de tal calibre- con la mala suerte que, el plato giratorio del microondas se queda pegado a la taza y se rompe. Para colmo comienzas a oler un tufillo a quemado que proviene del mismo aparato de los demonios y resulta, que se ha quemado el soporte del plato. Esa piececita que, aunque nadie ve, ahí está y sirve para que gire el plato que ya no tienes… solución: calientas el agua en un cazo tradicional y a tomar por saco. A fin de cuentas yo lo usaba únicamente para calentar, pero era un gran alivio porque mis hijos han nacido con él y lo del cazo les parece prehistórico.
Me dispongo a sacar una pizza de la nevera, con tan mala suerte que descubro que no enfría y que el congelador está lleno de hielo ¿?¿?¡¡¡$$$***####,. Busco en Internet y… ¡Eureka!, me convierto en Técnico frigorista y voy y ¡lo arreglo yo solita!, por supuesto, en día y medio y un dolor de espaldas atroz. PERO EL BOLSILLO INTACTO.
Ahí no queda la cosa, si no que ¿y la pizza?, ese magnífico invento que no tienes más que poner en el horno…. la puse en el horno tradicional, y me doy cuenta de que la resistencia superior también ha acabado sus días. Y aunque funciona a medias, tuesta de lo lindo los bajos de cualquier alimento que introduzcas.
La semana pasada, mi hija y yo, sentadas en el salón viendo mi mega televisor de plasma de 42 pulgadas adquirida por un módico precio rebajado, se apaga y comienza a hacer intentos de encenderse por sí mismo. Ante tal despliegue de efecto paranormal, mi hija me pregunta si es posible que se haya vuelto a ir la luz (que en mi pueblo suele ser normal, ya haga frío, calor, viento o cualquier otro aspecto meteorológico). Nos miramos con caritas interrogantes hasta descubrir que, la luz, por suerte, no se había ido, sino que el estupendo TV 42”, también había decidido darse un respiro. Esta vez, la nueva búsqueda de Internet para intentar repararlo por mi cuenta no dio sus frutos.
Según decía mi madre, el cachondo de mi abuelo repetía: “con la ayuda de un vecino, mi padre mató un cochino”. Y yo he tenido la suerte de ir encontrando “vecinos” que me han echado un cable. La puerta: arreglo de un simpático y amable cerrajero que ha ajustado la factura; la nevera: con mis dotes de aprendizaje de técnico frigorista; mi hermana que me ha prestado-regalado un microondas; y un televisor de 18 pulgadas de mi hija que, aunque queda ridículo en el espacio que ocupaba antes el otro, da juego para poner múltiples cachivaches en el mueble del televisor.
Bueno, tampoco ha sido para tanto ¿verdad? Ahora le toca a la buena racha aparecer por la puerta. Por cierto, ¡ya abierta!.
