Hubo un tiempo donde Belén Esteban amenazaba con saltar al ruedo político. Hoy no cundiría el pánico entre nadie ante semejante anuncio porque nuestros candidatos han asumido por sí solos el belenismo como mejor opción para llegar a las masas.
Presentar un programa político, las ideas que se defienden, el proyecto de sociedad que se postula, las transformaciones que se ansían iniciar o los valores que se quieren primar no están en la agenda mediática de los candidatos. Los análisis profundos se sustituyen por eslóganes vacíos y todo se vuelve superficialidad. Sabemos como nuestros líderes conducen, comen, se peinan, se visten y hasta se drogan – al decir de algunos – pero ¿qué gestión van a realizar del Presupuesto General del Estado? Incógnita.
Las elecciones políticas se han sustituido por el casting. Propongo en consecuencia que cambiemos el procedimiento de votación y todo se pueda resolver tras enviar un SMS con el número del candidato que mejor haya bailado en “Mira quién politiquea en la pista de discoteca” Si quieres votar por Soraya Saënz de Santamaría envía un SMS al número...
La palabra “candidato” procede de la toga blanca (cándida) que los postulantes a un cargo público en Roma utilizaban para hacer saber a los ciudadanos que se presentaban a las elecciones, limpios de toda mancha. Hoy el “mono de trabajo” consiste en acudir divino de la muerte al programa de la parrilla televisiva de más audiencia a hacer el payaso si es necesario, porque lo esencial es que te vean. No que te escuchen, no digamos ya convencer. Caer bien, esa es la piedra filosofal que asegura el éxito. Ahí tienen ustedes a Albert Rivera: nunca dice nada profundo, es posible que por no saber; es seguro que por no querer. Si le obligásemos a expresar qué políticas quiere impulsar probablemente no le votaríamos.
El 20D se eligen a 350 diputados y uno de ellos será Presidente con permiso de la Troika, pero hasta ahora ignoramos si Rajoy, por ejemplo, va a intervenir en Siria militarmente, esperando pacientemente el hombre a que se resuelva la incógnita electoral en un mes. El Presidente de este país hurta información – robar lo llevan a gala – y aquí no pasa nada.
No es solo culpa de los partidos políticos, desde luego. A la política basura contribuyen los periodistas y medios (que prefieren a los representantes bailando antes que hablando del desempleo, las políticas sociales o económicas) y los propios ciudadanos, que no damos un golpe en la mesa ante semejante choteo.
No nos engañemos: si nuestros líderes prefieren divertirnos a explicarnos su programa de gobierno es, sencillamente, porque nos consideran lo bastante imbéciles como para no ser capaces de entender sus propuestas. Y a los tontos, claro, se les cuenta cuentos.