Aunque la gente siempre ha creído que soy una persona abierta y extrovertida, en mi vida sentimental, siempre he sido una persona muy reservada y de una timidez casi enfermiza con las mujeres. Si me interesaban claro.
Cuando se hablaba de acercar la política a la gente yo me imaginaba otra cosa. Imaginaba a los líderes a pie de calle, entendiendo el oficio de la política como lo entendía Platón.
Todo se volvió un sin sentido el día que me enteré que Pedro Sánchez intervenía en Sálvame, mientras Albert Rivera se ponía a hacer el cafre con un coche en otro programa y Pablo Iglesias se dedicaba a seducir a la Campos con nanas moñas. Eso, sin contar con Mariano el Grande, que se puso a jugar al futbolín con ese hombretón que es Bertín Osborne en la televisión pública.
Al principio todo era un sin sentido. Pero un día, que comí una ración de gambas, que conocían el mar por fotografías, todas las piezas del puzzle encajaron. Y tuve una revelación. Es increíble lo que el marisco en mal estado puede hacer. Os recomiendo su consumo. Para abrir la mente es mucho mejor que el L.S.D.
Gracias al cólico nefrítico que me produjeron aquellas gambas pochas entendí que esta nueva actitud de los políticos era la correcta.
¡A mí qué me importa el IBEX 35 si ni siquiera tengo una XBOX 360! ¡A mi qué me importa lo que diga Bruselas si me repugnan las coles!
A mi lo que me gustaría es que la chica de la que estoy enamorado me hiciera caso y quedara conmigo y, gracias a las intervenciones de la tele, sé que puedo contar con los políticos de mi país para que me echen una mano. Esto es lo que ahora se llama nueva forma de hacer política.
En la primera cita, yo sé que Pedro Sánchez traería a mi chica en limusina. En limusina o en un Rolls-Royce que, probablemente, le dejaría Felipe González que seguro que tiene de todo con lo que cobra.
Luego allí en casa el chef Mariano nos prepararía linguinis y ñoquis rellenos de camarones y boletus.
Con Mariano hay que tener cuidado y vigilarlo que en lugar de camarones te echa altramuces y en lugar de boletus te pone papel de periódico mascado. Y a la mínima que te descuidas te vacía la botella de Chardonnay y te la rellena de Don Simón. Son lo que vulgarmente se conocen como las triquiñuelas marianiles.
Mientras cenáramos Pablo Iglesias, amenizaría la velada cantando canciones de Rosa León, el Cocouaua o cualquier otra frikada musical de esas que a él tanto le gustan.
Y, terminada la velada, yo intentaría superar esta inmensa timidez que tengo y le propondría pasar la noche y desayunar juntos.
Le diría que ella es la única que, ni Pilar Rahola, ni la Colau, ni tan siquiera la izquierdosa de Carmen Lomana.
Le diría también:
1.- Que yo quiero formar una familia.
2.- Que en mi familia hay buena genética y que nunca ha salido ningún niño nacionalista ni independentista.
3.- Que quiero que ella sea lo primero que vea cuando me despierte y vaya a dormir y no a Jorge Javier Vázquez en Telecinco.
4.- Que mi vida, sin ella, es absurda y sin sentido como Transformers 4.
Pero: ¿Y si me dijera que no?
¿Y si ella me dijera que no me quiere?
¿Y si me dice que Álvarez Cascos la tiene obnubilada con su apolínea belleza?
No pasaría nada!
Siempre podría irme de farra con Albert Rivera para superar el mal de amores, o mejor aún, con Juan Carlos Monedero. Que Juan Carlos Monedero tiene contactos con Venezuela y te puede conseguir cosas.
Monedero, me proporcionaría una sustancia excitante que me mantendría despierto toda la noche y que, tanto Venezuela como Colombia producen a mansalva, el café.