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Opinión-Editorial
SIN PROPÓSITO DE ENMIENDA

El suicidio colectivo

14 de Diciembre | 11:56
El suicidio colectivo
En 1965 el físico Frank Drake presentó una famosa ecuación que permite realizar cálculos sobre las posibilidades de vida inteligente fuera del Planeta Tierra: N es igual a R . Fp . ne . fl . fi . fc . L

N representa el número de civilizaciones posibles; R el número total de estrellas; Fp el número de estrellas que tengan planetas orbitándolas; ne cuántos de estos sistemas tienen al menos un planeta que reúna las condiciones adecuadas para la vida; fl el número de planetas donde se ha podido desarrollar efectivamente la  vida; fi la fracción de esos planetas con vida inteligente posible; fc con vida inteligente capaz de comunicarse gracias a la tecnología y finalmente L hace referencia al lapso de tiempo que una civilización tecnológica puede existir, es decir, de superar la auto-destrucción. Las estimaciones oscilan entre 10.000.000 de civilizaciones de Shlovskii y Carl Sagan a 1 sola (la nuestra) en opinión de Hart, Jones o Tipler.

Nuestra galaxia puede rebosar de vida inteligente o por el contrario carecer ostensiblemente de la misma.

Pero permitan que incida en una de las variables fundamentales de la ecuación de Drake: la última, L, que se pregunta por el número total de civilizaciones tecnológicas que pueden sobrevivir a su auto-aniquilamiento. No es una afirmación gratuita, pues cuando Frank Drake propuso su fórmula nuestra sociedad se enfrentaba al reto de salir indemne de la guerra fría y la hecatombe nuclear. Hoy es el desastre ecológico que hemos provocado el que puede barrernos de la historia.

Llevamos miles de años matándonos los unos a los otros y los últimos 200 años contaminando el planeta que nos alberga. 100 kilómetros de atmósfera nos separa de la exposición a la letal radiación ultravioleta. En la Historia Geológica de la Tierra, la presencia del Homo Sapiens apenas es un suspiro. Si la sonda que acaba de llegar a Plutón hiciese una foto del tercer planeta del sistema solar apenas seríamos un puntito suspendido en un rayo de luz. Un puntito... La vida se ha desarrollado en una minúscula roca que da vueltas alrededor de un sol de tamaño mediano en uno de los brazos espirales de una galaxia que denominamos Vía Láctea. Perdidos en la inmensidad no tenemos ningún otro lugar al que poder acudir.

La historia geológica igualmente atestigua la aparición y desaparición de especies durante miles de millones de años. Si finalmente decidimos auto-eclipsarnos es casi seguro que la vida continuará y nuevas formas vendrán a sustituirnos. Para el Cosmos nosotros no somos nada.

Una civilización puede auto-destruirse. Esa es la última clave de la ecuación de Frank Drake. Puede resultar sorprendente que, aunque individualmente cada uno de nosotros se aferra a la vida, sin embargo como ente colectivo podemos asestarnos un golpe fatal. La extinción de la Humanidad no es ciencia ficción... es una probabilidad.

En Francia las naciones se han reunido para intentar frenar el calentamiento de la Tierra y han logrado aprobar un Acuerdo, más ambicioso que el anterior de Kyoto pero, lamentablemente, sigue siendo insuficiente. Ya hemos modificado el clima (una afirmación incontestable que acumula cientos de datos y pruebas) y el nivel del mar va a subir anegando tierras e islas. Muchas ya han desaparecido y otras lo harán en los próximos 50-100 años. Eso ya es inevitable. Pero lo que hoy es un desastre, puede convertirse mañana en un desastre total – un armageddon – a menos que frenemos la contaminación.

Luchamos contra nosotros mismos, contra nuestra codicia, nuestro cortoplacismo y nuestros intereses egoístas e inmediatos que se anteponen al compromiso con las nuevas generaciones. ¿Qué futuro le queremos legar a nuestros nietos? Es la pregunta que nos tenemos que responder.

Las naciones ricas e industrializadas tenemos que pagar un peaje. La economía que hemos construido es responsable directa del hambre que azota a millones de seres humanos. Nosotros, el occidente, consume el 70% de los recursos. Basta ya. Es insostenible.

Los próximos lustros serán claves. Sobrevivir a nuestra locura es el reto. Podemos desaparecer, no lo duden. Y no duden tampoco que el Planeta ni se inmutará si de la noche a la mañana se extinguen 6.000 millones de seres vivos. Somos nuestra propia esperanza, tanto como nuestro mayor enemigo.



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