¡Nada, que no hay forma!, que empiezo algo y no lo termino. Estoy un poco mosqueada conmigo misma, porque cada vez que intento hacer algo, me digo que ya lo acabaré más tarde. Es un círculo vicioso, no sé si es el frío, que mis defensas están algo bajas, este resfriado que me tiene apocada, pero se me quitan las ganas de terminar cosas.
Me voy a dar un consejo… ¿qué le dirías a alguien que estuviera en tu lugar, en tu misma situación?
Empieza ya, empieza algo, busca una meta pequeña, para poder tomar impulso. Escribe las pequeñas cosas que empiezas y acabas o permítete recordarlas. Aunque creas que no has terminado nada que hayas empezado, seguro que lo has hecho. Quizás tienes tantas cosas que hacer, que te abrumas y crees que no has logrado nada, pero sinceramente, cada día se consiguen infinidad de pequeñas cosas, que al cabo del tiempo se convertirán en algo más grande.
Por ejemplo, recoges algo que ves a tu paso y que has llevado viendo muchos días, hablas o pones un mensaje a alguien a quien no veías o no habías hablado, vas a tomar un café con alguna amiga, terminas un libro o pasas una fase de un juego a lo Villalobos, vas a comprar algo que es necesario. Quizás hoy terminas una de las cosas que habías empezado a hacer hace 15 días.
Pues sí, todo eso y mucho más habremos hecho cada día, pero el problema es que nos centramos en qué fallamos no en lo que logramos y ha llegado el momento de “desmosquearme”, de abrirme de nuevo a la parte positiva, a pensar que esto también va a pasar, el resfriado se irá como vino y que vendrán a mí las ideas y las ganas de continuar estudiando e iré a comprar regalos navideños.
De hecho voy animándome y ya tengo pensado que voy a hacer en cuanto termine de escribir este artículo, que me recuerda un tanto al de “Un martes cualquiera” pero con el inconveniente de que, al ser estas unas fechas tan señaladas, todo se multiplica por dos, es decir que me quedan 20.000 cositas por hacer y ya voy tarde.
