Este domingo las urnas han cambiado el panorama político de este país: por primera vez ninguna fuerza política supera el 30% de los votos, por segunda vez el bipartidismo no se alza con más del 50% de los votos y una fuerza como Podemos, que nació prácticamente ayer, logra el 20% de los votos y más de 5 millones de electores; sumando, eso sí, el resultado en Cataluña, Galicia y el País Valenciano donde se presentaba en una confluencia de organizaciones políticas (En Común e ICV-EUiA; Las Mareas gallegas y Compromís) que apuestan por el cambio.
Podemos tiene un resultado espectacular gracias a las coaliciones: junto a otros, gana. Y si los 900.000 votos de IU se hubieran podido sumar, Podemos más IU lograrían más de 6 millones de sufragios, superando ampliamente al Partido Socialista.
Primera lección que debemos extraer de la noche electoral: es más necesario que nunca apostar por una convergencia real, pues será la garantía que permita ganar un país. Es la hora, debe ser la hora, de que Podemos e IU actúen con inteligencia, dejando a un lado unas diferencias que son más estéticas que reales y vayan preparando el próximo asalto a los cielos. Lo dije y defendí antes de estas elecciones y lo mantengo. Dejar atrás los sectarismos y el cortoplacismo es una tarea hoy más necesaria que nunca.
Pero la noche electoral también dibuja un Congreso de los Diputados donde la gestión política del resultado puede hacerse cuesta arriba: el Partido Popular con 7 millones de votos y el 28% ha cosechado su peor resultado electoral y no tiene ni legitimidad ni credibilidad para aspirar a gobernar. En un sistema proporcional, además, sus escaños no llegarían a 100. Pero construir una mayoría social del cambio tampoco parece posible: el PSOE con 5 millones de papeletas es probable que no logre conformar una mayoría estable alternativa a Rajoy y Podemos no va contar con los votos de Pedro Sánchez para alzarse con la Presidencia del Gobierno. El resultado de Ciudadanos refleja que durante esta campaña medios de comunicación nacionales como Prisa han confundido, una vez más, sus deseos con la realidad: de pinchazo en toda regla podemos calificar el 13% de Albert Rivera. En el campo de la derecha, el partido que reúne más corruptos por metro cuadrado sigue teniendo la hegemonía.
Segunda lección: debemos trabajar con gran inteligencia política en un Parlamento más difícil que nunca.
Con menos de un 30% de los votos, Mariano Rajoy logra mayoría absolutísima en el Senado. He ahí las pretendidas “bondades” de una elección con papeletas abiertas. Las listas abiertas esconden un sistema electoral mayoritario que condena al 70% de los votantes a repartirse apenas el 20% de los escaños. Ni proporcionalidad, ni pluralidad, ni reflejo del sentir ciudadano.
Tercera lección: las listas abiertas son un canto de sirena que hundirían toda opción de cambio. Son la apuesta del Poder. Frente a las listas abiertas, las listas electorales “desbloqueadas”: poder elegir dentro de la lista de un partido político, pero sin que se “pierda” uno solo de esos votos.
Después de diciembre viene enero, en expresión de un amigo, Manolo Monereo que lleva clamando por la confluencia desde la noche de los tiempos. Este domingo las urnas le han dado la razón. Van a ser meses de vértigo electoral y, tras años de apatía, la Política, en mayúsculas, ha entrado a raudales por la Carrera de San Jerónimo.