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SOPA DE CONCIENCIA

El país del camaleón y el topo

21 de Diciembre | 11:09
El país del camaleón y el topo
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos” (Simone de Beauvoir). El camuflaje ideológico es una de las defensas sociales más efectivas en tiempos políticamente convulsos. El silencio, la aparente neutralidad e incluso la simulación de posturas políticas ajenas han sido los mecanismos que ha utilizado el electorado del gobierno durante los meses previos a las nuevas elecciones. Decía el filósofo italiano Nicolás Maquiavelo que “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”, el país del camaleón. Cuando la crisis llenó los bares, el transporte público, los periódicos y los medios de comunicación de críticas contra el gobierno, se alzó una horda de protestas capaz de amilanar públicamente a los que habían votado a los dirigentes. La sociedad se fragmentó y comenzaron a emerger fuerzas políticas nacidas de la indignación. Sin embargo, el instinto de conservación económica y la insolidaridad mantuvieron a una buena parte de esos adeptos fieles a sus principios, sin importarles que la sociedad se polarizara ni que la pobreza se radicalizara.

En los periodos de inestabilidad económica las personas actúan atendiendo al miedo o a la rebeldía cuando sus gobernantes no atienden a las necesidades primarias del pueblo. Una pandemia de Síndrome de Estocolmo afecta a parte de los detractores, llegando a defender al responsable de su miseria. Otro grupo se convence de tener posibilidades de subirse al carro, aun no perteneciendo a la misma clase social. Por último, un tercer grupo lucha implacable contra el sistema que le oprime, reuniendo avales que le permitan hacerse fuerte ante la adversidad. Los primeros intentan pasar desapercibidos junto con los simpatizantes originales y verdaderos del gobierno. Los segundos, dependiendo de los resultados de su acercamiento, acaban por engrosar la lista de indecisos que deciden por motivos emocionales o estéticos a la hora de ir a las urnas. Los terceros proponen alternativas, investigan y denuncian las irregularidades, siendo menoscabados por las fuentes “oficiales” aun teniendo pruebas fehacientes.

El revuelo mediático es causado por la resistencia ideológica y los medios que le hacen hueco, una proporción que en este caso osciló el tercio de la población. Sin embargo, el resto que permanece silente apoya u otorga, que para el caso es lo mismo. La sorpresa magna para los detractores del gobierno ha sido el descuadre de números entre los afectados por el desempleo y  la corrupción (teóricamente en contra) y el número de votos y escaños obtenidos por el gobierno en las nuevas elecciones. Algunos especialistas atribuyen este fenómeno a la confianza generada por el aparente renacer la economía, un espejismo que se desvanecería si estos votantes hubieran consultado cifras oficiales. Otros hablan de un cambio de paradigma, del acomodamiento de la población a un nuevo orden político; un sector que asimila con más o menos resignación el fin de una época dorada y adopta una actitud de resiliencia. No obstante, la incomprensión de los detractores declarados se inclina a pensar que es ignorancia o algún tipo de masoquismo político.

La prensa internacional ha tachado a menudo a los españoles de sufridores anestesiados y de ser  un pueblo incapaz de reaccionar ante la injusticia por estar acostumbrado a tiempos de bonanza. Sin embargo, la fractura de la lucha bipartidista a favor de unas elecciones teñidas de opciones reales ha dado lugar a un panorama plural, que en cualquier caso, sanea la toma de decisiones y el control de los recursos públicos debido a la necesidad de coalición para formar gobierno. Como es obvio, aquellos que han perdido poder considerarán que un gobierno de coalición solo traerá inestabilidad y retraso en la toma de decisiones. Los partidos emergentes que no alcanzaron la mayoría para gobernar, defenderán la pluralidad de voces afines, teniendo en cuenta los matices y alejándose de los pactos incoherentes.

Los pactos entre posturas irreconciliables serán vistos por los votantes como una traición a su confianza, mientras que las fuerzas políticas indefinidas han sido duramente castigadas en las urnas por no transmitir un proyecto político claro. Como contrapunto, la radicalización de algunas posturas ha sido vista con desconfianza por parte del electorado, haciendo comparaciones con casos internacionales ya conocidos de mala reputación. Esta peculiar situación recuerda a la cita del diplomático granadino Ángel Ganivet cuando comparaba el carácter humano con una balanza diciendo que “en un platillo está la mesura, y en el otro la audacia. El mesurado tímido y el audaz indiscreto son balanzas con un brazo, trastos inútiles”.

Son curiosas las aporías del votante camuflado que exige al político definición para llegar al poder, la del político aperturista que no consigue respaldo por intentar tender puentes y la del líder guerrillero combatido por combatir. Fuera como fuese, entre los armadillos del bosque había topos disfrazados con cortezas de los árboles.


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