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Opinión-Editorial
SIN PROPÓSITO DE ENMIENDA

El mus catalán

11 de Enero | 11:02
El mus catalán
Lo confieso. No fui capaz de ver que Artur Mas iba de farol cuando anunciaba la convocatoria de elecciones anticipadas ante el bloqueo de su candidatura por parte de los diputados de la CUP. Que en Cataluña iban a ir a sus terceras elecciones anticipadas en cinco años, lo pensábamos yo y buena parte de la clase política y tertulianos del país. Y este sábado, en una jugada que solo puede calificarse de maestra, Junts pel Sí y CUP logran un acuerdo in extremis: Mas se retira, un independentista fetén – de los de toda la vida – se alza con la Presidencia de la Generalitat y la candidatura anticapitalista se compromete a mantener la estabilidad del gobierno mientras se avanza hacia la República Catalana.

Como en todo juego, como en el MUS, el pase de manos corresponde ahora a Madrid. Convengamos que buena parte de los partidos políticos de ámbito nacional no veían con malos ojos el adelanto: para el PSOE y PODEMOS suponía poder aparcar “el hecho catalán” y PODEMOS tal vez podía pensar en un resultado mejor en las elecciones concurriendo en una candidatura junto al lado de, o incluso detrás de, la alcaldesa de Barcelona y su organización. Para el PP, además, se abría la posibilidad de ahondar en la distancia entre independentistas y autonomistas a su favor. CIUDADANOS podía barruntar una mejora aún más sustancial de sus escaños. Ninguno de estos sueños va a ser posible: hay que quitarse el sombrero ante la capacidad de los partidos independentistas catalanes de crear salidas allí donde solo se atisbaban bloqueos.

Debemos admitirlo: van en serio. El gobierno de Rajoy y Pedro Sánchez deberían tomar buena nota. Cataluña camina hacia la ruptura y la solución no está en las viejas fórmulas. Intervenir finalmente en el territorio simplemente puede agravar, hasta consecuencias, impredecibles la situación.

Soy un federalista convencido. Creo en una España unida pero también en su pluralidad y riqueza de culturas y naciones. Pero sobre todo creo en la capacidad de diálogo y estimo que hasta el momento ni gobierno catalán ni gobierno español han aceptado – en serio y con todas sus consecuencias – sentarse a una misma mesa para hablar, hablar, hablar y llegar a una solución, sea ésta una consulta en Cataluña, en el resto de España o una reforma en profundidad de la Constitución o... En todo caso es preciso sentarse sin tener líneas rojas de antemano. Porque el diálogo solo se puede producir cuando uno está dispuesto a dejarse convencer por los argumentos del otro si éstos resultan mejores o más eficientes. Lo contrario es un sermón: cada uno dice el suyo y solo la feligresía se lo compra.

Llevamos demasiados años con sermones. Con dirigentes que son incapaces de escuchar los argumentos del contrario, que recitan pero no escuchan. Estamos en una encrucijada y los caminos que se abren son múltiples: haríamos mal en querer tirar por el de siempre porque es el único que admitimos y somos incapaces de adaptarnos a nuevas circunstancias, un camino que quien sabe si sólo conduce al abismo. Como en el mito de los lemmings, corriendo hacia un suicidio en masa.



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