Siempre me ha llamado la atención la cantidad de supuestos expertos que aparecen en los medios de comunicación hablando de psicología. A veces incluso aparece algún psicólogo, nos dejan las migajas. Aunque alguno de ellos ahora se anuncia como coach, mucho más moderno, dónde va a parar.
El caso es que cuando hay una noticia los medios de comunicación buscan a expertos para que opinen del tema. Lo curioso es que hay personas que se convierten en expertos saliendo en los medios de comunicación, hablando de un tema por el que le preguntan. Es el caso del juez de menores Emilio Calatayud, que se ha convertido en un experto en educación porque le preguntan por eso.
Este señor se hizo famoso aplicando condenas a menores que consistían en hacer trabajos a la comunidad, sacarse la ESO o hacer un curso. Él mismo aclaró en su momento que era una práctica habitual de muchos jueces de menores, pero supongo que como le gustaba aparecer en los medios, siguieron llamándolo. Y cuando empezaron a preguntarle sobre las conductas problemáticas de los jóvenes, empezó a repartir mierda contra la escuela, los políticos, las familias y todo lo que se movía. Se atrevió a ir más allá y empezó a escribir sobre educación, a dar consejos a los padres y a vender libros. Ya sólo le queda acudir a un reality de televisión.
A mí no me gusta lo que dice, ni en el tono con que lo dice. Habla de los menores en tono despectivo, bueno, de todo el mundo, pero especialmente de los menores. Y da consejos rancios y antiguos sobre poner límites y enseñar la cultura del esfuerzo. Aconseja, por ejemplo, no complarle un móvil a un niño hasta que tenga catorce años. Y no es razonable poner a esto una fecha fija para todo el mundo, cuando ese gesto dependerá de la madurez del niño, del uso que se le vaya a dar al móvil o del tipo de móvil que se compre. Y más en este mundo cada vez más tecnológico.
Entiendo que habla bien, que vende bien sus discursos, que es un buen juez y que siempre está dispuesto a colaborar. Lo que no entiendo es que se haya convertido en un experto en educación. Es como si yo me pongo a hablar de justicia mañana y le caigo bien a los medios y me llaman para hablar del sistema judicial. Bastaría con decir algunas cosas lógicas y un poco demagógicas como que la justicia es lenta, que no tiene suficientes medios, que no es del todo independiente… y por supuesto pedir un pacto nacional por la justicia. Eso vende mucho, por eso él pide un pacto nacional por la educación, que no se sabe muy bien en qué consiste, pero atribuye toda la responsabilidad de la educación en los políticos.
Los valores educativos que trasmite parecen propios de otra época. Quizá nunca haya oído hablar de parentalidad positiva, de educación centrada en soluciones, de apego, de aprendizaje vicario, de educación emocional o de resiliencia. Quizá no sepa lo suficiente de funcionamiento familiar ni de psicología infantil. Y es que no tiene por qué. Él es juez, de lo que tiene que saber es de justicia.
No le he escuchado ni leído nunca decir que si unos padres tienen un conflicto con un menor lo que deben hacer es acudir a un experto. Estaría bien escuchar a alguno de estos famosos decir alguna vez “yo no entiendo de eso, lo mejor es que acudan a un profesional”. Aunque claro, esto es aplicable a tantos y tantos comentaristas que aparecen en los medios y que parece que saben de todo.
Esto se explica gracias al efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo que hace que alguien incompetente en un tema se considere superior a los demás, mientras el competente piensa que es igual que los demás. El más ignorante es el más atrevido, y esto se acentúa si el ignorante es experto en algún otro tema, lo que le lleva a confiarse pensando que si sabe mucho de algo sabrá mucho de todo. Por eso vemos en los medios a expertos en algo que al final hablan de otro tema del que no tienen ni idea con una seguridad que asusta.
Hay que tener en cuenta que los menores con los que él trata son una minoría, y en absoluto son representativos del colectivo de los menores. La mayoría de los niños no comete un delito, ni maltrata a sus padres, ni tiene conflictos en sus centros escolares. La justicia se aplica cuando ha fallado todo lo demás, y eso ocurre con unos cuantos casos. Generalizar lo que le ocurre a esos chavales a todo el colectivo de los menores es una temeridad y sólo sirve para transmitir una idea errónea de los jóvenes. Además, igual que ocurre con los mayores de edad, hay una alta correlación entre delincuencia y situación social (barrios marginales, exclusión social, entornos conflictivos…). Quiero decir que acabar con la exclusión social en este país reduciría notablemente el número de delitos, mucho más que decirle a los padres que pongan límites a sus hijos.
Así que, zapatero a tus zapatos, estaré encantado de seguir al juez Calatayud cuando hable de justicia, y seguiré atento a educadores, psicólogos, pedagogos y profesores para saber más de educación.