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PSICOLOGEANDO

El suicidio de Diego

25 de Enero | 11:14
El suicidio de Diego
Tenemos constancia del suicidio desde que existen textos escritos. La primera referencia es de Periandro (siglo IV a.deC.), y también aparecen varias referencias en la Biblia, como la de Saúl, que se mató con su espada,  la de Sansón, que provocó la ruina del templo con él dentro, o la Judas. Conocidos también son Cleopatra, Sócrates, Nerón, Anibal, Van Gogh, Virgnia Woolf, Kurt Kobain… La lista de famosos suicidas es innumerable. Y es por ellos por quienes hemos conocido el fenómeno del suicidio a lo largo de la historia, porque el resto de los mortales no suele aparecer en las noticias.

En el mundo se suicida cada año un millón de personas, probablemente más porque de muchos países no hay datos oficiales. En España se suicidan cada año cerca de 4.000 personas, muchas más muertes que por accidentes de tráfico. Ha habido una ligera subida en los últimos años en la población más joven, de hecho la tasa de menores de 23 años duplica la tasa del resto (aproximadamente uno de cada diez mil), siendo el triple de hombres que de mujeres. Sin embargo no parece que las autoridades le presten demasiada atención.

El suicidio es un tema tabú, no solo en la sociedad en general, sino en concreto en los medios de comunicación. Quizá debido al efecto Werther, que explica el suicidio como un acto que se copia. Su nombre viene de la novela Las penas del joven Werther, de Goethe, publicada en 1774, donde el joven protagonista se suicida por amor. Parece que después de publicar la novela el número de suicidios de jóvenes aumentó, lo que llevó a algunos países a prohibirla. No hay ningún estudio que demuestre este efecto, pero se cree en él. Y es evidente el efecto cultural del suicidio, sobre todo en determinadas culturas.

También influye el hecho de que al ser un tema incómodo no sepamos muy bien cómo hablar de él, y ante la duda mejor callarse. De todas formas me parece paradójico que creamos que un suicidio puede imitarse si aparece en un periódico, y un asesinato no. Quizá no se trate de que no hablemos del suicidio, sino de hablar de una determinada manera. Los medios, como en casi todo, influyen en la conducta de la gente, así que quizá sea el momento de empezar a influir en este tema favorablemente.

Y digo todo esto porque me ha sorprendido que haya aparecido en los medios estos últimos días la noticia del suicidio de Diego, un niño de 11 años que dejó una carta de despedida. Los padres la han publicado haciendo un llamamiento público para que se investigue si sufría acoso en el colegio. Parece que ya había habido una investigación y no se ha encontrado acoso. Pero los comentarios en las redes sociales se han centrado en este tema, dando por supuesto que la causa de su muerte era esa.

Es habitual después de un suicidio que los familiares busquen una explicación. Y mucho más si es un niño de tan corta edad, porque aunque el suicidio sea mayor en los jóvenes, apenas hay casos de menores de catorce años. Pero a mi juicio este tema delicado tiene dos vertientes a analizar. Por un lado las causas externas. A un niño es fácil hacerle daño. Por otro lado las causas internas. Un niño piensa que ésa es su única salida porque no ha encontrado otra. Como en casi todos los problemas psicológicos, una cosa es el problema que se tenga y otra lo que hacemos con ese problema.

Especialmente en el caso de los niños, a los que debemos enseñar a afrontar dificultades, es más importante la vertiente interna. Cómo reacciona ante las dificultades, ya sea acoso o cualquier otro problema, es la clave para su adecuado desarrollo. No se trata tanto de evitarle problemas sino de enseñarle a solucionarlos. Porque tarde o temprano la vida los pondrá a prueba. Y eso es lo que cuenta la gente que ha intentado suicidarse y no lo ha conseguido, que estaban sufriendo, que nadie pudo ayudarles y que no encontraron otro camino. La mayoría sin embargo no vuelve a intentarlo porque el acto en sí moviliza la ayuda de los demás. Esto lo sabemos porque a pesar del elevado número de suicidios, hay nueve intentos por cada suicidio consumado, así que eso nos permite saber algunas cosas de ellos. Y la más importante es que la mayoría de las personas han expresado su malestar y no han conseguido ayuda.

Esa es la clave de este asunto, estar alertas y ayudar a quien tenga pensamientos suicidas. Y especialmente si es un menor. Porque quien se suicida normalmente lo está pasando mal, y la mayoría de las veces lo dice y busca ayuda de alguna manera, aunque no la encuentre. Por ejemplo es habitual la visita al médico de familia (el 75% ha ido a su médico en el último año y el 50% en el último mes). Por eso es vital estar alerta antes las señales de peligro. En el caso de los menores son los padres los vigilantes, y por tanto los responsables de cualquier acto que realice el menor, especialmente a tan corta edad. Incluso suponiendo que sufriera acoso escolar o cualquier otra situación conflictiva para el niño, cuesta entender que unos padres no sepan que su hijo está tan mal como para querer suicidarse. Diego no se ha suicidado porque tuviera problemas en el colegio, lo ha hecho porque aunque los tuviera nadie lo escuchó, nadie advirtió la gravedad de su malestar, ni en el colegio ni en su casa.

Mientras llegue el momento de tratar este asunto con la importancia que merece, lo que debemos hacer es acudir a los profesionales adecuados cuando aparezca la posibilidad de un suicidio. No mirar para otro lado porque es un tema incómodo. Afrontarlo y pedir ayuda. Es triste pensar que alguien se va porque nadie lo entendió. Sobre todo si es un niño. Esperemos que este caso ayude a mejorar un poco las cosas y que la sociedad se conciencie, como hizo con los accidentes de tráfico, de que las cifras de suicidio tienen que bajar en nuestro país. Yo acabo de poner mi granito de arena.



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