Ya decía Oscar Wilde que el mejor medio para hacer a los niños buenos es hacerlos felices. Me viene esta frase a la cabeza mientras disfruto viendo el desfile de carnaval de Badajoz, donde tantos menores, de todas las edades, se implican en un acto que requiere compromiso, responsabilidad, creación artística, fomento de las relaciones y consecución de logros. Y les hace felices. En muchos estudios sobre el consumo de drogas se concluye que la mejor prevención es tener niños que participen en actividades sociales o deportivas. Antes se hablaba más de las drogas, ahora hablamos más de acoso escolar. Pero es lo mismo.
Niños que no son felices, los acosados y los acosadores. Porque hablamos mucho de los niños acosados, claro, lo primero las víctimas. Pero cuando se trata de menores los que hacen daño a los demás también están siendo víctimas de alguna manera, y hay que hacer algo con ellos. Dicen los estudios sobre el tema que una parte importante de los acosadores acabará cometiendo un delito cuando sean mayores de edad. Así que trabajar con los acosadores no sólo soluciona un problema y mejora la salud psicológica de esos menores, sino que también es un arma de prevención para el futuro.
Se están haciendo muchas cosas que antes no se hacían, nos hemos concienciado de que el acoso es un problema serio y con serias consecuencias. Hace unos años no le dábamos tanta importancia, pero ya hemos dicho aquí alguna vez que afortunadamente ahora se educa de una manera diferente, más cercana, tanto en la escuela como en casa. Y es precisamente esa cercanía la mejor manera de prevenir el acoso. Porque un niño que se sienta apegado a sus padres o a sus profesores, que confíe en ellos, que comparta sus necesidades e inquietudes con ellos, que confíe, acudirá a ellos cuando tenga un problema. El acosado pedirá ayuda y el acosador también. Porque si acosa está liberando su frustración de manera equivocada, porque no sabe hacerlo de otra forma. Porque también es una víctima.
Y por supuesto cuando padres y madres se interesan por este tema, leen cosas, van a charlas, acuden a la escuela de padres… lo hacen pensando que sus hijos pueden ser acosados, no que sus hijos puedan ser acosadores. Pero resulta que para que haya uno tiene que haber el otro. Y las posibilidades son las mismas. Las soluciones pasan por el mismo camino. Educación emocional, responsabilidad, tolerancia a la frustración, salud emocional y psicológica en general.
Y también juegan un importante papel en este asunto el resto de compañeros. De hecho hay trabajos muy bonitos en algunos centros que consiguen implicar a todos los niños de una clase. Si los demás no lo consienten no habrá acoso. Y eso es algo que también debemos enseñarle a nuestros hijos, a ayudar a los demás, a ser solidarios, a implicarse en situaciones que haya que solucionar, a ser responsables y solidarios. Para eso debemos serlo también nosotros, claro. Si mi hijo me ve ayudando a alguien es más probable que el también ayude cuando haga falta. Y si me ve pidiendo ayuda cuando lo necesito, también es más probable que él pida ayuda si la necesita algún día.
Muchas veces son los padres quienes, alarmados por el acoso a sus hijos, acaban provocando situaciones más perjudiciales para sus hijos. Véase la película Hijos de un dios salvaje, de Roman Polanski, para entenderlo. Probablemente porque la mayoría de las veces no se ve al acosador como una víctima también. Pero lo es. Y necesita ayuda. Es difícil encajar que tu hijo está siendo acosado o que está acosando a otros. Una vez que pasa, ya sólo queda trabajar para solucionarlo y evitarlo en un futuro. Y para eso es importante la implicación de padres, personal educativo y niños. Sin olvidar en ningún momento que son niños. Y si es necesario acudir a los profesionales que hagan falta. Porque no sólo la felicidad de los niños está en juego, sino también la bondad de nuestra sociedad futura.