Desde hace bastante tiempo estoy dándole vueltas al cambio que ha sufrido nuestro panorama político, sí, el nuestro, no el de los países vecino, porque al fin y al cabo sea como fuera es nuestra política y son nuestros políticos, no podemos pretender reflejarnos en el modelos políticos de otros porque no somos otros, por muy progres y modernos que nos queramos hacer, no, no somos ellos y, en definitiva, los problemas son nuestros y no de ellos, de los modernos.
¿Y hasta dónde llega la “modernura”? No creo que tenga que explicarlo mucho, con sentarnos en plan cine, a ver que piense... qué podíamos ver... ya está, la gala de los Goya, una obra en la calle, cualquier cosita de estas modernas que parece ahora nos gustan tanto y que todos toleramos, gracias a Dios no es así, que rozan la injusticia y la falta de todo.
Habrá quien diga que soy una antigua, cateta y cosas varias pero sinceramente, y más quien me lea, me da igual lo que puedan llegara a decir, que si cateta, pues cateta, que si antigua, pues antigua, aquí estamos para lo que el resto quiera, por lo menos mientras me critican a mí no se están metiendo con otro. ¡Qué solidaria soy!
El caso es que no habrá cosa que me produzca más asco que las faltas de respeto de todas las índoles, sí, porque no se falta con un insulto y ya está, no, hay muchas formas y entre ellas la que parece estar asentándose entre nuestro políticos, por no decir “pseudos”, que alguno se mosquea, pero para llegar a serlo se necesita mucho más que algo de labia y capacidad de convocatoria.
¿Saben ya por dónde voy? Sí, la nueva moda de faltar con el vestir. Han escrito en estos días cientos de cosas sobre el tema, hemos escuchado comentarios de lo más variopintos, gracias de toda índole, chistes, vamos que no se ha dejado títere con cabeza, pero es que no era para menos. Debo ser muy tonta, ingenua o ya no sé qué pero lo que mis ojos vieron no me lo creía.
Este año no he visto la gala de los Goya, lo reconozco, no es algo que me llame especialmente la atención, quizás por mi profesión sí tendría que hacerlo pero no tenía yo el cuerpo para mucha fiesta, y lo agradezco porque con el plantel por la alfombra… Las tornas parecían cambiadas, solo parecían porque todo vuelve a la normalidad y más cuando uno abre la boca. O sea, que el líder de Podemos se viste de gala, que por cierto madre mía la gala, el líder socialista de “descorbarta” y el líder ciudadano va. ¿Pero esto qué es? ¿Dónde se ha visto este despropósito? A ver, que a mí si iban de esmoquin o no me viene dando lo que se dice igual, claro está, los protocolos hay que cumplirlos y si lo requería…no vaya a ser que pase como en la boda de Fran Rivera.
¿Y los protocolos no escritos? Esos son los que sí me hacen daño, me enervan, me encienden, me enfurecen y más si se pasan a la torera, o sea, que “un gesto hacia el cine español" es lo que Iglesias tuvo en el finde, dense con un canto en los dientes que de éstas pocas, y lo que hizo en su reunión con el rey y en el congreso y en todos los actos públicos, ¿cómo lo definimos?
Yo no sé pero cada vez me duele más la vista ver determinados actos; los avances, el progreso, la evolución, los cambios, todo ello y más no está reñido con unos principios de respeto a todos, sí, a todos, me siento ofendida con la desazón de algunos tanto estética como ética basada en un pasotismo sin extremos, por suerte no hemos llegado a esa punta, un pasotismo en el que me veo incluida porque somos muchos los que nos sentimos faltados al respeto cuando vemos determinadas cosas.
Habrá quien diga ¡qué tontería nos está diciendo ésta! El traje, la corbata, las tirantas enseñando la ropa interior, los pantalones caídos tres cuartos de lo mismo, todo eso es meramente simbólico con respecto a lo que encierra: las faltas de respeto a todos, todos, porque no solo son sus adeptos, no, somos muchos los millones que sentimos esa ofensa con cada paso, con cada palabra, con cada gesto.
La ropa no deja de ser mero simbolismo, el problema es lo que esconde esa punta del iceberg, ¡lo qué nos queda por ver, por vivir, por sentir!
