A veces, nos dejamos llevar por la evocación de las palabras, como si estuviéramos en el carnaval de las cosas, bajo el disfraz de las palaras. Con una palabra vacía, se han ganado a veces, elecciones importantes, como en EE.UU, con “Sí, se Puede”, o por “El Cambio” en España. Estas palabras encuentran en nosotros una cierta complicidad que saben aprovechar los publicistas y la propaganda.
Como en el carnaval, es divertido simular ser otro, cambiar de traje, y vivir un tiempo con otra personalidad. Esto entra dentro de la fiesta, del cambio estético, que queda en diversión. Ese cambio rompe la rutina, es divertido, alegre, simpático; pero no todo puede ser fiesta de carnaval, ni cambalache de mercadillo, cuando se trata de valores tan serios como la estabilidad de la propia Nación, la pertenencia a Europa y al Euro, o hacer experimentos sociales, al margen de la democracia, ya superados. No podemos devaluar el significado de las palabras, por la sola evocación o sugerencia, confundiendo a los ciudadanos. Tienen derecho a la verdad, y no ser confundidos con juegos dialecticos imposibles.
La humanidad viene haciendo un esfuerzo constante, para conseguir conocer y controlar la realidad. La ciencia es un intento de superar las apariencias, para saber qué hay dentro, en el fondo de lo que vemos, para explicar el mundo en que vivimos y mejorar nuestra existencia colectiva.
Pero, a veces, parece que nos recreamos haciendo experimentos con las cosas serias. Oyes a un político hoy, y mañana dice lo contrario, sin el menor rubor, sin avergonzarse de sus contradicciones, que desconciertan a la sociedad.
Convendría pensar que, palabras como: “Nuevo”, “Cambio, “Sí, se puede”, etc… tan sugerentes, y de tan buena acogida, no son más que “evocación”, palabras VACÍAS. Cuando las palabras solamente sugieren, estamos ante la propaganda o la manipulación. Se dejan incompletas, castradas, para sugerir lo que no pueden dar. Los peces muerden lo que se mueve, aunque no sea comestible. Nosotros también, a veces, caemos en el anzuelo de los que no nos quieren dar de comer, sino llevarnos a su redil, a su cesto ideológico. Eso es una trampa
No podemos hacer de la política un sistema de cambalaches y de máscaras. Más allá de los intereses, de las ideologías, está el interés del pueblo, sin trampas, sin mentiras.