Pues sí, la pregunta del millón es ¿y ahora qué? Después de casi once horas debatiendo, después de una jornada sus señorías allí sentados, después de tantos dimes y diretes, reproches, negativas y afirmaciones, después de tenerme enganchada a la tele, a la radio, a Internet, después de ponerme de los nervios,… ¿y ahora qué? Sinceramente, no tengo respuesta.
Ayer muchos eran los que pensaban que iban a encontrar respuestas, demasiados diría yo, aunque hubiera sido lo ideal, poder dar respuesta a tantas y tantas cuestiones que pasan por nuestras cabezas, recuerdo, la de todos los españoles para los que ellos, sus señorías, están gobernando, para los que se supone deben llegar a un consenso y no llevarnos a un desgobierno. Al igual que muchos pensaban encontrar respuestas otros sabíamos cuál iba a ser la resolución a todo esto: 219 no, 130 sí y 1 abstención, ¿pero había duda? Al menos han sido fieles a lo que dijeron, por lo menos hay quienes dicen una cosa y la mantienen, no como aquellos que apoyarían a la lista más votada y luego…
El caso es que el paso siguiente está a la vuelta de la esquina, el viernes vuelven a la carga, esta vez un poco más corto que ayer pues los discursos no creo que cambien mucho, esperemos que eso “no” cambio sirva para sentarse y llegar a acuerdos, a lo necesario para todos, incluso para ellos porque al fin y al cabo también son ciudadanos y sus políticas les repercuten y ya si hablamos de humanidad también necesitan un poquito de tranquilidad.
Dejemos aparcado el viernes que el día de ayer dio para mucho. Más que los contenido, que tienen para escribir mil artículos, voy a lo que ya saben a mí me gusta, las formas, los gesto, el lenguaje no verbal. Primero esas medio sonrisas que encerraban inquietud, nerviosismo, desesperación e incluso miedo, vamos que las hubo de todo tipo. A la entrada en el congreso eran dispares, las de “lo tenemos todo ganado”, “todo hecho”, “¡victoria!”, el único fin era mostrar tranquilidad y seguridad; luego estaban las nerviosas, ésas que solo querían pasar la barrera de los medios rápido y que le captaran lo menos posible; las picarones que se intercambiaban entre unos y otros que parecían estar guaseándose entre ellos; y qué me dicen de las forzadas, ésas son las mejores, es que se nota porque parece temblar la boca y lo mismo sonriendo como que ponen un gesto extraño. Pasemos a las miradas, si les hubiera valido a más de uno con las miradas… Tenemos las de los ojos abiertos plenamente, como para no perderse nada o más bien como para que pareciera estaban atentos; otras con el ceño fruncido, ¡me encantan! Es que a veces también la pongo yo así, estamos analizando lo que están diciendo pero a la vez pensando que no tienen razón, pues más de uno lo hizo ayer; y quedan las miradas perdidas en el horizonte, esas que parecen estar rezando para que todo acabara y pasara el día. Y las plamaditas, que si en el hombro, agarrando la mano en la espalda,… y si sigo…
Mañana veremos a ver qué pasa, va a ser un día de gestos, en sus ojos dirán mucho sus señorías, pero lo peor de todo, lo más fuerte, lo más gordo es que aún no sabemos qué va a pasar. Ni las miradas, ni los apretones de manos, ni los gestos de asentimiento o negación, nada de eso dará solución a donde estamos metidos.
Señorías, egos fuera, piensen con la cabeza, no gobiernen con gestos, porque gobernar es algo más que conseguir ese apreciado sillón a toca costa, ¿después qué?
