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Opinión-Editorial

Nueva política, viejas falacias

9 de Marzo | 12:12
Nueva política, viejas falacias
Durante estos días, nuestra inteligencia ha sido insistentemente agredida con argumentos falaces por boca de prácticamente todos los líderes políticos, pero el más repetido, con diferencia, y el más relevante, dadas las circunstancias, es el que han repetido hasta el hartazgo los dirigentes y portavoces del PSOE. “O estás con nosotros, y apoyas nuestro acuerdo con Ciudadanos, o estás con Rajoy”. Es es el falso dilema, falacia que consiste en presentar la situación como si solo existieran dos opciones excluyentes cuando, de hecho, hay más. Sería más acorde con los resultados electorales, por ejemplo, un acuerdo PSOE / Podemos / Compromís /IU (más la abstención de Ciudadanos, que ha tenido menos votos que Podemos). Esta opción no la ha contemplado en ningún momento el PSOE, cuando es igual de legítima (o más, en términos electorales e ideológicos) que la escogida. Y podría haber seguido, con respecto a ella, la misma estrategia: negociar un acuerdo con Podemos y sus confluencias templando algunos aspectos del programa de la formación morada, y pedir la abstención a Rivera y Ciudadanos, acusándolos de perpetuar a Rajoy en caso de que se negaran.

Otro sofisma, no menos burdo que el anterior, es el de la “pinza”: Sánchez denuncia la connivencia política de Podemos y del PP al votar, ambos, en contra de su investidura, y Rivera la confluencia del PP con Podemos y los partidos independentistas, al hacer lo mismo. Todo esto es, de nuevo, falaz: dos partidos pueden tomar una misma decisión política (votar si o no a una investidura) por muy diversas razones (exactamente igual que podemos apreciar a una persona en aspectos diferentes, o visitar una ciudad por distintos motivos) y, de hecho, nada tienen que ver las razones del PP y las de Podemos para negarse a secundar el pacto de Sánchez y Rivera.

Un tercer ardid consiste en exhibir una serie de opiniones y valoraciones interesadas como si fuesen datos objetivos incontestables. Por ejemplo: “el acuerdo PSOE/Ciudadanos supone un programa político progresista y de cambio para España”; “el pacto de izquierdas es imposible (sin poner en peligro la integridad del Estado y las relaciones con la UE)”; “Podemos no tienen ninguna voluntad de negociar, odia al PSOE y quiere acabar con él”; etc. Pero todo esto no son, en el mejor de los casos, sino opiniones políticas muy discutibles (en el peor, argucias retóricas que casi nada tienen que ver con la verdad). Que el programa fruto del acuerdo PSOE/Ciudadanos sea un programa progresista y de cambio depende, de entrada, de lo que se entienda por “cambio” y por “progresar”; en ese programa, por ejemplo, no hay cambios sustanciales en política económica – algo que era previsible en el PSOE, e inevitable para su socio Ciudadanos – , lo cual compromete, de paso, la posibilidad de cambios significativos en política social. En cuanto a la imposibilidad de un pacto de izquierdas, esto es directamente falso; ese pacto es posible, y no implica necesariamente la “ruptura de España” (otra cosa es que en el PSOE exista la clara consigna interna, como parece que hay – y más bien por motivos de política económica que por “la salvaguarda de la unidad de España”– de no intentarlo siquiera). Por último, se alude a la falta de voluntad de Podemos para negociar, pero esto se comprende muy poco. La gente sabe que Podemos fue el primer partido que propuso al PSOE – bien es cierto, que de forma muy brusca – abrir negociaciones para formar gobierno, con un documento de propuestas programáticas encima de la mesa, y a condición de un reparto equitativo de poder (algo, esto último, que se quiso sobredimensionar mediáticamente y que sentó mal, pese a que solo consistió en declarar abiertamente lo que todo el mundo sabe que es moneda común en las negociaciones: el reparto de poder y cargos). Finalmente, que Podemos quiera acabar con el PSOE no es sino una manera tendenciosa de decir que un partido político quiere obtener más apoyos o votos que otro, lo cual no debería representa nada anormal (lo anormal sería lo contrario) que impida una negociación.

En suma: intentar confundir y manipular, de esta manera, a la opinión pública es impropio de políticos que, como Sánchez y Rivera, dicen representar un modo nuevo de hacer las cosas. Tal vez el electorado no sea tan torpe o perezoso como suponen y se lo haga notar a ambos en una nuevas elecciones. Opción esta última, por cierto, a la que parece abocarnos la falta de coraje de las élites del PSOE para liderar un gobierno de izquierdas. Élites cuya principal consigna, sospechosamente parecida a la de la oligarquía económica y mediática de este país, es una sola y muy clara: “Podemos, no”. Así, en lugar de apostar por lo improbable y, tal vez, quién sabe, por pasar a la historia, Sánchez parece haber elegido algo mucho más seguro: que la historia le pase por encima – y, a poco que se descuide, a todo el partido con él –.

 



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