Siempre que hablan de pensamiento correcto me rebelo, lo veo como una amenaza encubierta. Imponer el pensamiento por la descalificación, el insulto o las amenazas, es lo contrario del pensamiento libre. Esto nos llevaría al pensamiento único, que supondría una razón única, una persona única, que pensara por todos y tendiera a decidir por todos.
Un periodista inteligente, que dirigía una agencia de noticias, me confesaba que no se sentía libre para opinar por su cuenta, y que en su región, una sola persona influía de forma que todos miraban hacia él antes de opinar o publicar algo de política.
El pensamiento “libre”, está condicionado, no solo por el método, sino también por las decisiones y presiones de los que tienen el control de los medios. No creo que el pensamiento tenga una misión prioritaria y superior a la de descubrir y comunicar la verdad. Es la verdad, la que garantiza y da sentido al pensamiento. En un mundo de propaganda, mentiras y engaños, lo más revolucionario es la verdad, lo que permite el desarrollo real y el progreso de la sociedad.
Hasta en lógicas y en las ciencias más seguras, la libertad de pensamiento fue siempre útil a la larga. No hay pensamientos correctos e incorrectos. Hay pensamientos que coinciden con la verdad, y otros que no; pero nadie se puede considerar como el árbitro de la verdad. Ese es un pensamiento dogmático, propio de las dictaduras, el pensamiento más desechable por la razón libre.
Censura y el Pensamiento Político.
Algunos pretenden imponer sus argumentos, no por la razón, sino por la fuerza o la descalificación. Cuando esto ocurre, hay que pensar que detrás de las amenazas o los insultos, está la dictadura, el pensamiento forzado, tratando de eliminar la libertad, el pensamiento libre.
El método científico se basa en la verificación, no en la imposición. En cualquier caso, la libertad de pensamiento nos permite usar la cabeza propia, aunque podamos equivocarnos. Un pensamiento impuesto, supone la alienación de la persona. Pensar por nosotros mismos, usar nuestra razón y nuestra conciencia, es la última referencia posible. Nadie nos puede sustituir al pensar, sin anularnos como personas libres.
Por otra parte, el pensamiento en política, no tiene una realidad objetiva con la que contrastarlo. La política y la misma ética “no son descriptivas y no son verificables”. Hay que pasar de la realidad a la norma ¿Cómo se pasa? ¿Quién la proclama? ¿Quién la verifica? ¿Quién la puede imponer? ¿Cómo vamos a establecer dogmas en el pensamiento político que no puede superar la opinión?