En los últimos tiempos vivimos con una palabra que retumba en nuestras cabezas, miedo, esa angustia ante un riesgo, ante la posibilidad de que pueda ocurrirnos algo y quede fuera de nuestro alcance, de hecho, el miedo surge por eso, porque todo está fuera de nuestras manos, es algo incontrolable que nos lleva a vivir determinadas situaciones con recelo y aprensión. Pero ¿es real ese miedo? Claro que es real, no estamos hablando de tener miedo a tirarse en paracaídas, hacer puenting o subirse a una torre y mirar abajo, eso podemos controlarlo, está dentro de nuestro dominio pero ¿y aquello que se escapa? Ahí está el miedo.
Nueva York, Madrid, Londres, París, Bruselas, con cada uno de esos nombre abriendo los informativos, siendo portada de los periódicos, con todos y cada uno de ellos el miedo se ha ido asentando en nuestros hogares, en nuestras vidas.
Para mí hablar de Nueva York es un sueño, pasear por la Gran Manzana, Time Square, correr por Central Park como en las pelis, pillar un taxis al estilo neoyorkino, todo eso y más entra en los cálculos de mi viaje perfecto al otro lado del charco pero ¿entra el miedo? Nunca lo he tenido a volar, es más, me gusta volar, pero ya el miedo va más allá, hay quienes se han encargado de ellos, mientras organizamos una escapa el miedo ya está ahí, en nuestro cálculos y quien diga lo contrario miente.
Fíjense, supongo que habrán escuchado lo sucedido la madrugada del viernes al sábado en Badajoz. Los fieles acompañaban a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Soledad, por las calles del Casco Antiguo y según la versión más extendida se escuchó un estruendo, un ruido proveniente de un porrazo a una puerta de chapa. Imagínense la situación, en el silencio de la noche solo interrumpido por el rezo del Rosario, nadie sabía qué había pasado y el miedo, volvemos a la palabra clave, se apoderó de los asistentes.
Desde entonces he escuchado de todo, leído comentarios hirientes, de mal gusto, con la peor de las intenciones posibles, de todo y ¿por qué? Hay quienes, como también se está asentando en la sociedad, no respetan las creencias de los demás, no encuentran lícito ni el sentido ni el sentimiento por la religión, y aprovechan cualquier situación para atacar, contraatacar y si es posible destruir. Luego están los “aquí no pasa nada”, “quién piensa que aquí, en Badajoz, va a pasar algo”, bueno, todo es posible, ¿por qué no? ¿Quizás no aparecemos en el mapa? ¿No tenemos historia?
Siempre he oído que donde está el cuerpo está el peligro, y es verdad, puedo caerme de la silla en la que estoy y darme un porrazo que nunca hubiera pensado me diera. ¿Por qué ellos no pueden mirar hacia aquí? Claro que pueden mirar y claro que tenemos miedo, el problema es que tenemos que aprender a vivir con él y suena tan sencillo decirlo y tan complicado experimentarlo.
El miedo será uno más en nuestras casas, se sentará a comer con nosotros, saldrá de paseo con la familia, vendrá de fiesta con los amigos, llevará su maleta en el viaje y ojalá vaya y vuelva sin dejarse sentir, si hacer acto de presencia y quede aquí, adormecido, sin más, solo ahí, solo.