Ya no se pueden hacer chistes sobre mariquitas, se lamentan nuestros dos machos patrios por antonomasia: Arévalo y Bertín Osborne. De Mariquitas, gangosos y cojos. Porque los chistes rijosos de estos dos humoristas low cost siempre se han hecho a costa de quienes sufrían algún tipo de discriminación por su condición sexual, su género o su físico.
También se pueden hacer chistes de policías, banqueros, los reyes de España o el Presidente del Banco Bilbao Vizcaya pero el macho patrio se acojona literalmente si el asunto que se tercia es reírse del poder. Mejor de los oprimidos.
Los maricas sabemos como reírnos, incluso somos capaces de reapropiarnos de la chanza en nuestro favor: me viene a la cabeza la imagen de Miguel de Molina increpado en un teatro del Madrid franquista mientras cantaba “ojos verdes” por el grupo usual de machos falangistas al grito de “mariquita, mariquita”, y entonces llega la pose del cupletista republicano mandando parar la orquesta y acercándose al público, desafiante con los brazos en jarra, decir: “mariquita no. ¡Maricón! Que suena a bóveda”.
Bienvenido sea el humor, el corrosivo, el que mueve a la rebeldía, el que inquieta al poder, el que perturba al poderoso. El humor de los bufones y titiriteros, de la Conmedia dell’Arte con Arlequín y Columbina, Polichinela y Truffaldino. El humor subversivo. El que congela la facciones del poderoso y permite al subyugado perder el miedo.
Reírse del poder es un ejercicio peligroso para el cual se requiere valentía y dignidad, por eso solo está al alcance de los de abajo. Arévalo puede reírse a costa de una imagen estereotipada del gangoso, del cojo o del marica porque sabe que eso le asegurará algún espacio en la TVE del régimen pero nunca pisará la Audiencia Nacional encausado por supuesto enaltecimiento del terrorismo por cuestionar el uso político de ETA para desacreditar ideas políticas o la sala de un juzgado por reflexionar en twitter sobre los limites del humor.
Hagan chistes de maricas, amigos. Todos los que se requieran. Para reírse conmigo, no de mí. Ese es el arte. Lo otro es lo fácil y lo insustancial. Lo de siempre. Porque el humor de Arévalo y Bertín consiste en humillar a quienes no pertenecemos a su mundo ideal de hombre heterosexual, blanco y votante del PP. Hacer mofa y escarnio de gordos, bolleras, tartamudos,homosexual, feos, pobres...
Hay un humor que sirve para liberar. La sátira – escribía el genial Darío Fo – es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos.
Claro que quienes buscan que perdamos el miedo no van a contar con un suculento programa bien pagado en RTVE de la mano de Mariano Rajoy y sus ministros. Bertín y Arévalo saben bien de quién reírse para poder seguir disfrutando del pesebre.