No he podido evitarlo, espero me disculpe mi compañero y amigo de tribuna pero es que el tema me llamaba, es algo sobrehumano, una fuerza sobrenatural, algo inexplicable, es la nueva amistad Iglesias- Garzón, el binomio juventud, la frescura, la alegría, esas sonrisas que me atraen como una fuerza hacia un agujero negro (no sé cómo será eso), esa forma de aplaudir, perdón, autoaplaudir, nadie les ha dicho que aplaudirse a uno mismo es como lo de “ y no me beso porque no puedo”, todo eso decorado por ellos dos, es que me puede.
Eso pensarían ellos, ¿cómo vamos a poder con todo esto? ¡¡¡¡Bingo!!!! (ups me he parecido a Jorge Javier en el anuncio) La cosa estaba complicada, la desilusión en el ámbito político está servida en bandeja, esos conflictos internos quieran o no traspasan sus fronteras y todo se refleja en los ciudadanos y, por tanto, en los votos, y claro no está la cosa para caminar por arenas movedizas. ¿Solución? La unión hace la fuerza y así lo han hecho, estrecharon la mano y listo.
Ya saben que yo soy muy de analizar el lenguaje no verbal, la expresión corporal, las miradas, sonrisas, me chifla todo eso porque encierra más de lo que pensamos.
Las manos entrelazadas de Iglesias y Garzón es mucho más que un simple apretón, es un sello de identidad de lo que ellos llaman la nueva política, es la forma de representar esa escena buscada por todos, la del consenso, la de conseguir llegar a acuerdos, ¿cómo son esos acuerdos? Eso ya es otro tema, profundo tema que en el fondo solo conocen ellos, los artífices. Esa manos son el elemento conciliador para muchos españoles que solo se paran a ver eso, el gesto, no el kit de la cuestión.
Los plausos ya son otra cosa, es verdad que en política aplaudir supone un refuerzo para el orador, un asentimiento en la toma de decisiones, pero todo ello con aplausos de verdad, de sentimiento y corazón. El aplaudirse a uno mismo es muestra de nerviosismo, solo hay que ver que uno lo hace sin mucho sentido, se pone aplaudir por el simple hecho de que escucha los aplausos que generan un efecto cadena. No creo que el orador llegue a estar tan satisfecho con sus palabras que se sienta en la necesidad de aplaudirse como sino hubiera un mañana.
Un mañana, en eso han tenido que pensar los susodichos, un mañana poco esperanzador en solitario pero con algo más de luz unidos. Las fuerzas de izquierdas todas, toditas unidas pueden hacer pupa, por ahora ya hay dos, ya saben que los votos del 26 J van unidos y claro, cuatro ojos ven más que dos, por tanto, votos de dos son más que de uno. ¡Chicos listos!
Puede parecer una huida a la desesperada, pueden haber recapacitado mirando a su alrededor, pueden haber unido carismas y caracteres, pueden haber pensado muchas cosas, todo fruto de la suma y no hay que estudiar mucho para saber que uno más uno son dos, o siete como decía aquel.
El caso es que entre sonrisitas, apretones de mano, miraditas cómplices, aplausos y autoaplausos han llegado a la imagen esperada, ahora sí el líder de IU se siente querido y el de Podemos admirado pero ¿terminarán como el Rosario de la Aurora? Tiempo al tiempo.