El artículo 16 de la Constitución española, garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los españoles. No voy a entrar en el aspecto aconfesional del Estado, pero sí en ese derecho que tenemos de expresarnos libremente en lo que se refiere a ideología, y que considero está siendo amenazado debido a la aparición últimamente de una radicalización, y excesivo extremismo en las posturas ideológicas.
Me considero afortunado por no haber caído en la tentación del sectarismo, y poder tener una visión general y amplia de la política. No me importa catalogar de sinvergüenzas a los mangantes del PP de la Gürtel, que han robado o se han beneficiado de lo ajeno, como tampoco tengo dificultad en denunciar a los mangantes del PSOE de Andalucía, que se han aprovechado de los “dineros públicos”. No me importa decir que creo que Ciudadanos se equivocó estos últimos meses al entrar en el juego del PSOE, sabiendo positivamente que no había salida, y tampoco tengo reparos para manifestar que los modelos políticos de Podemos son Grecia y Venezuela, con antecedentes comunistas y, como todos sabemos, son dos fracasos. Sin embargo, hay un grupo cada vez más numeroso, de hooligans ideológicos que inundan su Twiter o su Facebook con cientos de noticias, que hacen referencia a algún caso de corruptela del oponente político, o introducen ciertas informaciones y omiten otras, con el fin de dejar inmaculado y fuera de toda sospecha a su propio partido (o ideología afín).
Mucha culpa de esto la tienen algunos medios de comunicación, por haber entrado a lo bestia en el mundo de la información sesgada y, en el caso de algunos, por usar diferentes varas de medir. Con la vara cortita para mi partido y la vara larga y ancha para el adversario. Algunos ciudadanos, que juegan a periodistas en las redes sociales, también han adoptado este sistema, y se han convertido en un espejo de estos medios, y se permiten acciones ante los oponentes, como la de bloquear o la de insultar (cuando no se pueden esgrimir argumentos).
Hasta cierto punto, se pueden sobrellevar este tipo de actitudes, pues a pesar de ser maneras nada democráticas y claros atentados a la libertad de expresión y la libertad ideológica, con solo apagar el ordenador o evitar estas relaciones cibernéticas, “está solucionado”. Sin embargo, lo que ocurre en internet es un reflejo de lo que ocurre en la vida real, pues el contexto político en el que se mueve esta mentalidad es el mismo, y hemos asistido en estos días a ciertas agresiones físicas y amenazas por los que yo suelo llamar talibanes ideológicos.
Para mí, un escrache no es un acto de libertad, es un acto de intimidación que roza el fascismo. Insultar a otra persona por sus ideas, no es defender tu partido, es ejercer la intolerancia y la antidemocracia, y agredir a otras personas por expresar sus ideas, es un hecho delictivo que debe castigarse y perseguirse.
Después de 40 años, me temo que los españoles aun no hemos interpretado correctamente el significado del término DEMOCRACIA que se resume en estas dos sencillas palabras, LIBERTAD y RESPETO.